Por: Ricardo Flores Rioblanco
Esta semana ha sido intensa, no han
sido tan solo los resbalones literarios
o las negaciones necias sobre la desigualdad o la despreocupación e indolencia que los
medios han demostrado al no exponer las condiciones miserables en las que
millones de familias pobres tienen que soportar la onda gélida que azota al
país y que ya cobró vidas humanas.
También se habló de infierno, el cual pareciera existir en nuestro país.
La película “El Infierno”, dirigida por Luis
Estrada, ganó este domingo el primer premio Coral al mejor largometraje de
ficción en el 33 Festival Internacional de Nuevo Cine Latinoamericano celebrado
en La Habana. No soy experto en cuanto a criticar el arte se refiere, sin
embargo, puedo catalogar a dicha película como una de las mejores que he visto,
pues plasma de forma certera y con una buena dosis de humor, la errónea
estrategia presidencial que se ha concentrado en combatir frontalmente al
crimen organizado, en vez de crear empleos bien pagados y crear mejores
condiciones de vida para los trabajadores y campesinos.
La película exhibe las condiciones del campo;
el abandono absoluto de la agricultura por parte de un gobierno al cual no le
interesa (o no le conviene) promover la autosuficiencia alimentaria y muchos
menos mejorar las condiciones de vida de los campesinos. La dura y cruel
realidad de la mano de obra mexicana que se ha visto obligada a regresar del
país del norte, para encontrase con que aquí todo está peor que cuando se
fueron. Una juventud desorientada, que anhela lo que el sistema le ofrece pero
no provee; una creciente y amenazante desigualdad social de la cual se busca
escapar (a falta de trabajo honrado), aun así sea por los caminos más peligrosos,
trillados e insensibles como lo es el tráfico ilegal de drogas o el
ajusticiamiento a sueldo; autoridades déspotas que ejercen el poder sin fijarse
en el pueblo que los llevo a ese puesto.
Estando en la recta final del año, México se
muestra más sombrío y desolador en cuanto a situación social se refiere, el
infierno plasmado en la película se vuelva más tormentoso y brutal en la realidad; el pueblo muere de hambre e
insalubridad; paga con su vida el indignante derroche de la clase poderosa y
sus malos hábitos de “vivir bien” y “gozar la vida”; así es la clase poderosa, que con su ejemplo, impulsa a pobres diablos a
vivir bien mientras se pueda y como se pueda.
Se me ha quedado en la memoria la escena en
donde se le encuentra sentido a la película; excavando una tumba después de
haber matado a un individuo a sangre fría, “El Benny” (Damián Alcázar) pregunta
a su afamado socio “El Cochiloco” (Joaquín Cosío) que si no le daba miedo de
irse al infierno por matar “así porque si”; a lo que “El Cochiloco” respondió
que durante su vida habían sufrido
miseria y hambre, un infierno al que ningún ser humano debería ser expuesto.
Urge desterrar a la pobreza de México; y
es necesario que sea el pueblo pobre el
que se organice y eduque, para que sea él
mismo y no otro quien lo haga, pues por gente ignorante y seres
insensibles, es que estamos como estamos.
Pobreza, problema nacional.