Liseo
González
“He pintado
como si gritara desesperadamente,
y mi grito
se ha sumado a todos los gritos que
expresan la
humillación, la angustia del tiempo
que nos ha
tocado vivir”
Oswaldo
Guayasamín, nació en Quito, capital del Ecuador, el 6 de Julio de 1919. Fue el
mayor de diez hermanos, de padre indígena de ascendencia quichua y madre
mestiza. Durante su difícil infancia le tocó sufrir los prejuicios de tener un
apellido de origen indígena.
Guayasamín,
de ascendencia humilde, despertó desde muy temprana edad su aptitud por la
pintura; su inquietud se despertó haciendo caricaturas de los maestros y
compañeros de escuela. Posteriormente, y luchando contra el escepticismo de su
padre, se gradúa de Pintor y Escultor en la Escuela de Bellas Artes de Quito.
Realizó su primera exposición a sus escasos 23 años, en 1942. En 1943, después
de recorrer durante un año los principales museos de Estados Unidos, viajó a
México, donde conoció a José Clemente Orozco, del que fue alumno y a Pablo
Neruda, con quien entabló una profunda amistad. Obtuvo en su juventud todos los
Premios Nacionales y fue acreedor, en 1952, a los 33 años, del gran premio de
la Bienal de España y más tarde del Gran Premio de la Bienal de Sao Paulo. Fue
declarado el pintor iberoamericano por una cumbre de Jefes de Estado en La
Habana, Cuba.
Su estilo
realista, es uno de los más importantes estilos en el mundo del arte.
Guayasamin era un gran humanista, un hombre humilde que entendía el alcance de
un pintor y sabía proyectarse. Usó sus pinturas no solamente para abogar por
los derechos humanos sino también para humanizar a nuestra sociedad
representando ese dolor, esa rabia, esa angustia y esa reflexión de los más
humildes. Transformó los colores y los lienzos en una epopeya, es decir, el
hombre Latinoamericano. Nunca fue una persona de esconder su afiliación
política, de la que estaba orgulloso.
Antes de
adentrase en sus obras, tengo el deber de hacer la misma recomendación que
algún día hiciera Pablo Neruda: “Pensemos antes de entrar en su pintura porque
no nos será fácil volver.” Así es, no nos será fácil.
Sus obras
se pueden ubicar en tres etapas:
“Huaycañan”
(palabra quichua, que traducida significa “Camino del Llanto”), pintada de 1946
a 1952, está compuesta por 103 cuadros y un mural, es una visión de las etnias
que componen el mestizaje americano: los indios y los negros, con sus culturas
y sus expresiones de alegrías, tristezas, identidad, tradiciones y religión
sobre todo de los países andinos, Perú, Bolivia y Ecuador.
“Vengo
pintando desde hace tres o cinco mil años, más o menos. Y mi pintura es de dos
mundos. De piel para adentro es un grito contra el racismo y la pobreza; de
piel para fuera es la síntesis del tiempo que me ha tocado vivir.”
“La edad de
la ira” entre 1961 y 1990, compuesta por 150 cuadros de gran formato, dentro de
esa serie hay colecciones en torno a una misma temática: la denuncia de la
violencia del hombre contra el hombre en este siglo. En ella se encuentran “Las
manos” (12 óleos), “La espera” (11 óleos), “Mujeres llorando” (7 óleos), “Los
Mutilados” (6 óleos), “Ríos de Sangre” (3 óleos) y “Reunión en el Pentágono” (5
óleos).
“Las Manos”
“Mi pintura
sirve para herir, para arañar y golpear en el corazón de la gente. Para mostrar
lo que el hombre hace en contra del hombre.”
“Ríos de
Sangre III”
“La Espera”
”Hispanoamérica”
1982. Mural en el aeropuerto de Barajas, España.
“La Edad de
la ternura” (“Mientras vivo siempre te recuerdo”), está es la tercera colección
con más de 100 obras, que pintó desde 1988 hasta 1999, es un homenaje de amor a
su madre, a las madres, como símbolo de defensa de la vida.
“La Madre y
el Hijo”
Guayasamín nos dejó como legado su obra humanista, considerada como expresionista que refleja el dolor y la miseria que soporta la mayor parte de la humanidad y denuncia la violencia que le ha tocado vivir al ser humano de este siglo XX marcado por las guerras mundiales y civiles, los campos de concentración, los genocidios, las dictaduras y las torturas, es una obra que deslumbra y estremece.
También
dibujó a muchas personalidades, entre ellos Fidel y Raúl Castro, Francois y
Danielle Mitterrand, Gabriel García Márquez, Rigoberta Menchú, Atahualpa
Yupanqui, entre otros.
Guayasamín
falleció a los 79 años de un paro cardiaco en Baltimore, Estados Unidos, el 10
de marzo de 1999. Cumpliendo con su expresa voluntad, los restos de Guayasamín
reposan en una olla de barro resguardados por el árbol que él mismo sembró,
llamado el Árbol de la Vida, que se encuentra en La Capilla del Hombre.
El Maestro
Guayasamín dijo: “Mantengan encendida una luz que siempre voy a volver”, a lo
que le podemos responder, ¡Maestro, usted nunca se fue, sigue aquí con
nosotros! Y hoy en su décimo tercer aniversario, lo recordamos.