8 feb 2012

Necesidad

II
Realidad
Por Dédalo de la Fuente

Cuando se  rompe con la rutina que se lleva a diario, observas con más atención la realidad que vives, y la materia gris empieza a trabajar creando un dédalo de conjeturas a veces coherentes y muchas tantas absurdas. Podemos partir del hecho, de que el pensamiento del hombre es el reflejo de las condiciones sociales en las que vive, por ejemplo: no se piensa lo mismo en los arrabales del oriente de la ciudad que en un la zona residencial de Polanco.

De aquí que Alejandro estuviera meditabundo por la mañana, se preguntaba por qué si había trabajado con disciplina y esmero no podía disfrutar de una vida placentera como aquellas familias que a diario veía en los comerciales de televisión. Y con este pensamiento llegaba a la conclusión de que no había podido progresar o bien porque no tenia un buen trabajo o porque había algo mas de fondo que él no podía explicarse.
-¿Te das cuenta Michel? – preguntaba Alejandro, mirando hacia el otro lado de la calle- lo único que hacemos es trabajar y no salimos de pobres.
-¿De que hablas? – contestó Michel con simpleza-.
-Mira ¿Qué es lo que ves?
-Pues negocios, un parque y  gente disfrutando del día.
-Creo que no logras observar mas allá de lo que miran tus ojos.
-No entiendo, explícate.
-Vamos a sentarnos en aquel parque, ahí te explico, además, ya estoy harto de no encontrar trabajo.
Caminaron rumbo a la Alameda Central, y bajo la sombra de un laurel frondoso de la India, se dispusieron a tomar asiento en una de esas típicas bancas metálicas de color verdoso.
-¡Pon atención!- sentenció  Alejandro con un aspecto serio- hace mucho tiempo mi padre gozaba si no de un buen empleo, por lo menos garantizaba el gasto de la semana y le alcanzaba para llevarnos a comer a las fondas de Pino Suarez, que en ese entonces era un gran lujo para nosotros. Yo desde niño, siempre observaba en la televisión (sobre todo en las novelas juveniles) que la vida era fácil, pues a todas horas pasaban programas donde las familias eran felices, tenían dinero, y si había un personaje pobre, siempre terminaba casándose con el personaje rico del melodrama, de tal manera que al final de todo, uno siempre era feliz. Creces con esta idea, y lo único que quieres es vivir como en los programas de televisión. Un día despiertas y te das cuenta que tu padre ya no puede trabajar, que tienes que abandonar tus estudios y tus ilusiones, para mantener a tu familia y es ahí cuando de una bofetada la realidad te pone en tu lugar.
-¿Y eso que tiene que ver con la pregunta que me hiciste? -Mirando con demasiada atención preguntaba Michel-.
-Observa a aquellas familias opulentas que ves entrando a Bellas Artes, son iguales a nosotros, y ellos no carecen de nada, viven en buenas casas, tienen autos, sus hijos estudian en los mejores colegios de la ciudad y sobre todo nunca les falta la comida en la mesa, y ¿sabes por qué? Porque ellos son dueños de las fabricas donde trabajamos, dueños de grandes empresas pero sobre todo dueños de grandes capitales. La pregunta es ¿Por qué si trabajamos con mucho esmero no podemos tener una vida como ellos? Más bien es todo lo contrario. Vives a 4 horas de la ciudad, porque las grandes constructoras han comprado todos los terrenos disponibles en la capital para hacer sus zonas habitacionales y vivir en esas casas tiene un alto costo que con nuestro mísero salario no alcanzaría para cubrir el pago de una de esas casas ni trabajando 60 años seguidos, y lo peor de todo es que parecen pichonearas.
-Jajajaja tienes razón.
-Como tu hogar esta retirado tienes que levantarte todas las mañanas muy temprano para  tomar el primer transporte colectivo y así poder llegar puntual a tu trabajo. Vez a la misma gente todos los días, sus rostros cabizbajos por la monotonía de la vida, y solo de ves en cuando alguien sonríe para ocultar su malestar de lo lleno que va el metro a las siete de la mañana. Llegas a tu trabajo, te  instalas en tu puesto y empiezas a hacer movimientos que se han convertido mecánicos con el paso del tiempo, y después de 10 horas de trabajo llega ese sonido chillante de la chicharra que sirve de consuelo, pues sabes que ha culminado una jornada más de trabajo. Limpias tu rostro del sudor producido todo el día y te dispones a recorrer el mismo camino por donde llegaste, e incluso, en muchas ocasiones encuentras a la misma gente con que saliste por la mañana. Llegas a tu hogar y prendes esa aparato que mi padre le ha denominado “la caja idiota”. Tomas un baño, cenas las comida que tu madre o tu mujer preparó con los 50 pesos que dejaste para el día, y fatigado te retiras a tu cama a mirar el noticiero y perderte en el más profundo sueño.
-Creo que empiezo a entenderte, pero como dice mi madre, nos tocó ser pobres y así viviremos.
-Lo mismo dice mi padre. Pero ¿sabes que es lo más triste?
-¿Qué?
-Que eso que llamamos hogar solo nos sirve como dormitorio para llegar a descansar después de una larga jornada de trabajo.
-Creo que te afecto perder tu empleo, estas muy filosofo el día de hoy.  Yo digo que nos vayamos a nuestras casas, de todas formas, ya pasan de las cuatro y empieza hacer frio.
-Lo siento, no era mi intención, sin darme cuenta ha pasado el tiempo muy rápido. Pero aun sigo pensando ¿Por qué?
-Mira Alejandro, yo te recomiendo que llegues a tu casa, comas bien, te des un buen baño y te vas a ver a tu novia. Aquella persona que realmente es el amor de tu vida siempre termina por alegrarte el día sin necesidad de que le cuentes tus penas.
-Creo que no es mala idea. Iré a ver a Wilmaneli aunque de un tiempo para acá, ha estado medio rara.

Aquel día que por la mañana era radiante y que incitaba a las almas a vivir un día de verano empezaba a nublarse, el frio se intensificaba con los pequeños vientos que soplaban hacia el sur, y sin más que hacer, partieron a sus casas aquellos dos desempleados.