12 nov 2011

¿Y ahora qué?




Por Dédalo de la Fuente
En días pasados, la mayoría de los mexicanos nos enteramos  (vía noticieros televisivos o radiofónicos) de las catástrofes que han causado los últimos desastres naturales que azotaron al país. Como siempre, los medios de comunicación (y uno que otro plumífero a sueldo), comentaron los daños que habían ocasionado las lluvias: deslaves, huracanes, desbordamientos de ríos y presas. Enviados especiales aquí y allá, reportando desde las zonas devastadas. El problema es, que todos llegan a la conclusión de que, en efecto, son los cambios climáticos los que han puesto a México en zona de desastre.

Inundaciones ¿desastre incontrolable?

Son pocos (podrían contarse con los dedos) quienes plantearon que no toda la culpa la tiene la Señora naturaleza. Es por eso, que haciendo eco,  me sumo al llamado de  los que plantearon que el problema que atraviesa México va más allá de lo que nos informan en la radio y la televisión.

La mayoría recordará, como año tras año, no hay día en que los medios de comunicación no nos inunden de reportajes, crónicas y artículos dedicados sobre todo a tres aspectos: Las sequias en el norte del país; inundaciones, desbordamientos de ríos y presas (sobre todo en el sur del país) y los estragos que dejan los huracanes en el Golfo de México y en el Océano Pacifico. En efecto, nadie puede negar que dichos acontecimientos estremezcan a la nación. Pero tampoco nadie puede negar que la mayoría de los desastres se pueden evitar o por lo menos reducir sus daños.

Los deslaves de ríos y presas, así como las inundaciones, son un problema que cada año se nos presenta: “el canal de la compañía ya se desbordo”; “tal pueblo en el estado de Chiapas fue cubierto de lodo por el deslave de un cerro”; “el rio Usumacinta  llegó a sus niveles críticos e inundó a sus poblados aledaños”; o que “tal o cual huracán toco suelo mexicano y provocó derrumbamientos de casas y pérdidas económicas en las zonas turísticas”.


Sólo por enumerar un ejemplo: según  José Luis Luege Tamargo, titular de la Comisión Nacional del Agua, Tabasco cada año se seguirá inundando debido a los cambios climáticos y porque hay zonas que no deben ser habitables pero que están habitadas, así lo señaló el titular durante un recorrido por el Río de la Compañía. Queda  claro que el titular de dicha dependencia busca a un culpable por lo ocurrido en Tabasco y culpa a los habitantes de dichas zonas por poblar zonas inhabitables, pero no expresa, que la mayoría de esa gente vive en  esas zonas porque en los lugares más seguros de Tabasco sólo pueden ser habitados por quienes pueden pagar una alta cantidad de dinero para adquirir una vivienda sin riesgos a inundarse (las cantidades van desde  $3.300.000 a  los $14.500.000 pesos). Dirán que es algo exagerado, pero he aquí el problema del por qué la gente habita zonas inhabitables y por qué tiene que padecer las inundaciones año con año.

Pudiéramos enumerar varios de los problemas que aquejan a nuestro país, pero el punto no es, simplemente, quejarme y no proponer una solución. ¡No! Es cierto que los huracanes, las fuertes lluvias y las sequias son algo inevitable por el mal uso que le hemos dado a nuestro planeta, pero, sus consecuencias se pueden evitar siempre y cuando el gobierno mexicano tome las  medidas adecuadas. Tabasco reclama, “hagan un plan hídrico para solucionar de manera definitiva el problema de la inundación”.  Los cientos de damnificados exigen a gritos mejoras en sus comunidades  como: construcción de buenos drenajes, carreteras, puentes, una casa digna (lejos de zonas de alto riesgo). Los afectados por las sequias  necesitan de  un apoyo real al campo que ayude a los menesterosos a combatir el problema de las sequias y para ello, no sólo se necesitan programas, lo que se requiere es que el gobiernos mexicano tome realmente las riendas del país.

Sequías asotando el norte del país.

Los mexicanos tenemos la capacidad para mejorar a nuestro país, para sacarlo del atraso en el que se encuentra, pero, para poder llegar a eso, se necesita un gobierno eficaz, con un plan de desarrollo destinado a los que menos tienen, y sólo así, mirando hacia los más necesitados (y no solo a los amos del dinero), que podremos  solucionar si no del todo los problemas de los desastres naturales, por lo menos si podremos disminuir el número de zonas afectadas y el número de pérdidas económicas y humanas.