Aldonza Hudson
Sin pan y sin trabajo, de Ernesto de la
Cárcova
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Sufro un colapso en un suspiro
que parece eterno,
llego a puerto conocido
pero un gran revuelo
hace temblar y retorcer mis venas
y constriñe los nervios de mi cuerpo.
Cuánta dolencia brota del revuelto suelo
a donde vuelvo,
que hasta en las caras extrañas se nota
el afligido dolor del hambre,
mísero cortejo de la muerte
en nuestros modernos tiempos.
¿Y qué si escandalizo con el hambre ajena?
¿Es más sencillo hablar de penas con la barriga
llena?
¿Cantarle al amor sin saber que detrás de sus
letras se esconde la pena?
¿Es acaso más sencillo no mirar al ser vivo que
de entre los arrabales duele y viste pobreza?
Eso es negarse a sí mismo, su existencia.
Yo no me niego penas, ni llanto ni pobreza,
no me niego mi propia existencia
para hacer de mis penas… placenteras quimeras.