Por Aníbal Barca
El día mundial del medio ambiente es un buen
pretexto para intentar reflexionar sobre la acción del hombre en el ambiente,
en su medio ambiente; y como esta incide de forma negativa y de manera
acelerada en el deterioro del planeta tierra.
La designación del 5 de junio como Día Mundial del
Medio Ambiente fue realizada por la Asamblea General de las Naciones Unidas en
1972, en recuerdo del día que se inauguró en Estocolmo la Conferencia sobre el
Medio Humano.
El Día Mundial del Medio Ambiente es uno de los
principales vehículos que las Naciones Unidas utilizan para fomentar la
sensibilización mundial sobre el medio ambiente y promover la atención y acción
política al respecto.
Los objetivos son darle una cara humana a los temas
ambientales, motivar que las personas se conviertan en agentes activos del
desarrollo sostenible y equitativo, promover el papel fundamental de las
comunidades en el cambio de actitud hacia temas ambientales, y fomentar la
cooperación, la cual garantizará que todas las naciones y personas disfruten de
un futuro más próspero y seguro.
Hasta aquí es muy loable la intención del máximo
organismo mundial de los países, pero me asalta la duda inicial, que dio origen
al título de este trabajo: ¿Cómo hacer realidad este precepto de la ONU si la
gran mayoría de los habitantes de la tierra están en condiciones de pobreza
extrema?
Algunos datos que indican situaciones estremecedoras:
En los países en desarrollo viven 1300 millones de
personas por debajo de la línea de pobreza, más de 100 millones de personas
viven en estas condiciones en los países industrializados, y 120 millones en
Europa Oriental y Asia Central.
Por el lado opuesto se encuentran los países
industrializados, como los europeos, o Japón o Canadá, que generalmente sus
economías sufren una inflación anual muy baja; su línea de pobreza está fijada
en 14.4 dólares diarios por persona y su porcentaje de pobres no llega ni a los
15 puntos porcentuales.
En los países pobres, 120 millones de personas
carecen de agua potable, 842 millones de adultos son analfabetas, 766 millones
no cuentan con servicios de salud, 507 millones cuentan con una esperanza de
vida de tan sólo 40 años de edad, 158 millones de niños sufren algún grado de
desnutrición y 110 millones en edad escolar no asisten a la escuela.
Esto significa que más de ¼ parte de la población en las
regiones en desarrollo y 1/3 de la población mundial, viven en condiciones de
pobreza con ingresos diarios de 1 dólar por persona.
El Banco Mundial, sugiere una línea de pobreza de :a) 2
dólares diarios para América Latina y el Caribe, b) 4 dólares diarios para
Europa Oriental y la ex Unión Soviética, c) y 14 dólares diarios por persona
para los países industrializados. (Ángeles Palacios Escobar 2011)
Ante tales cifras surge la pregunta central: ¿Por
qué la desigualdad social es un factor determinante en el deterioro del medio
ambiente?
Aunque la respuesta no pudiese ser tan simple,
podemos afirmar que si más de la mitad de población mundial del mundo
occidental, vive en extrema pobreza, ello implica que sus condiciones de vida y
sus acciones, no son las que están arrojando altas concentraciones de gases
invernadero, o las que producen altas concentraciones de basura altamente
contaminantes, o las que arrojan impunemente a ríos, mares y suelos los
desechos tóxicos de la industria de toda índole. O las que por simple capricho
adquieren los hábitos de consumismo desenfrenado y el deseo de aspirar a un
status de vida como lo anuncian un día sí y otro también los medios masivos de
comunicación, y que provocan altos índices de basura como el pet y el plástico.
No, los datos que el propio organismo mundial
reporta y que promueve el día mundial del medio ambiente, señalan en otra
dirección al verdadero culpable: El sistema capitalista de producción, que
tiene en sí mismo, como premisa, la propiedad privada de los medios de
producción y por ende del control de la infraestructura y la superestructura,
obligando a que se establezcan relaciones sociales de producción donde haya
asalariados y capitalistas, como dos grandes bandos y un tercero mal llamado la
clase media (o pequeño burguesa) que siempre lucha por acceder a la capitalista
o por no caer a las filas del proletariado ( y que es el mayor consumidor de
todo lo que se produce).
Por eso resulta difícil y hasta hilarante pensar que
le propongamos a todos esos millones de pobres en el mundo que se preocupen del
medio ambiente que está dañado y que en su mayoría no es su responsabilidad
directa, que haga acciones para no contaminar, mientras su principal
preocupación es como comer en el día a día, como tener agua o como conseguir
una casa. Porque, volteemos hacia los países que basan sus economías en los
hidrocarburos y digámosles lo mismo. Aun hoy en día el mayor contaminador del
mundo no firma ningún protocolo para disminuir la emisión de gases invernadero.
¿Por qué?
Finalmente el papel que los docentes deben tener en
el asunto, es fundamental, se habla de que la educación es el medio que permite
a las masas sociales el aspirar a acceder a mejores condiciones de vida, pero
también se debe educar para transformar el modo de producción por medio de
acciones concretas como el dar un
carácter más humano a esa economía globalizadora: que se invierta en vivienda,
en crear fuentes de empleo, en la infraestructura educativa sin menoscabo del
lugar geográfico o social, que se busquen reales mecanismos para que la riqueza
que se produce se distribuya de forma equitativa (lo subrayo) y justa. En todo
eso los docentes debiesen educar y educarnos, para que en verdad tenga sentido
emprender acciones no solo cada 5 de junio, sino todos los días para cuidar a
nuestro medio ambiente, a nuestro planeta Tierra. De otro sentido solo veremos
éste día cada año como una celebración más, como tradición y no como
instrumento de transformación de conciencias, de educación política y
congruencia de pensar y accionar.