21 ago 2012

Siria, intervención disfrazada.


Liseo González

Hemos sido testigos en recientes semanas del recrudecimiento de los ataques en Siria, esto después de que Rusia y China desaprobaran una vez más con su veto la invasión directa por parte de miembros de la Organización del Tratado por el Atlántico Norte (OTAN).

La ofensiva de la guerra sucia ha ido en aumento y ha escaldo en violencia, como lo prueban los ataques a medios de comunicación y sedes de gobierno. El caso más grave fue registrado el pasado 18 de julio, cuando una terrible explosión por la mañana hizo temblar Damasco, provocando destrucción en la sede de seguridad y la muerte del ministro de Defensa general, Daud Rajha, de su ministro adjunto el general Assef Chawkat, y el general Hassan Turkmani, adjunto al vicepresidente de la Republica, entre otras víctimas.

El atentado terrorista tenía como objetivo claro crear una situación de inestabilidad para Bashar Al Assad, presidente sirio, al que Washington exige su renuncia incondicional. La reacción del gobierno sirio a este ataque, fue nombrar en lo inmediato sucesores de los funcionarios asesinados en medio de un luto nacional. La respuesta de Washington llegó enseguida, acusando a las victimas de ser los culpables de los hechos por no obedecer las ordenes directas de la canciller de EU, Hillary Clinton, quien ha sostenido que lo único que tiene que hacer Al Assad es renunciar y entregar el país a un “Consejo de Transición”, o en otras palabras, entregar el país a una administración colonial.

Los combates que se han llevado a cabo en Siria son  por parte de mercenarios bajo la bandera de “rebeldes”, cuyo objetivo es el desgaste de las fuerzas del gobierno sirio así como el ataque simultaneo a los centros civiles estratégicos para que la población vire su frustración hacia el gobierno, con lo que se busca aumentar el descontento social internamente y de ésa manera obtener apoyo o carne de cañón para la “insurgencia”, y lograr así una situación de caos para derrocar al Gobierno Sirio. Estos “rebeldes”, agrupados en su mayoría en el Ejercito Libre Sirio (ELS) -brazo armado del Consejo Nacional Sirio (CNS)- organización “opositora” que se formó en la ciudad turca de Estambul, el 2 de octubre de 2011 con el auspicio de Turquía y la Unión Europea y que desde un principio se declaró con el objetivo de derrocar al presidente Al Assad mediante una “revolución pacífica.

El famoso CNS ha sido presentado al mundo entero por muchos medios de occidente como la oposición real y verdadera de Siria. Se han incluso organizado encuentros como el “Amigos de Siria” donde se busca ayuda económica para pagar los sueldos de los “rebeldes” (¿rebeldes asalariados?). Estos grupos armados son financiados principalmente por Estados Unidos, Gran Bretaña, Turquía y las monarquías del Golfo Pérsico.

Sin embargo existe una verdadera oposición democrática y de la cual poco se habla; está dentro de Siria y no paga mercenarios para atacar a su propio pueblo  e incluso rechaza toda intervención extranjera.  Esta oposición mantiene una posición crítica sobre el desempeño del gobierno, su falta de democracia y sus manifestaciones de corrupción. Sus demandas: tolerancia en la práctica religiosa, acceso amplio a la educación, seguridad social, derechos a la mujer entre otros. Por lo tanto,  el Consejo  Nacional Sirio o el Ejercito Libre Sirio no representan en ningún caso al pueblo de ese país.

En estos tiempos donde algunas potencias se toman el derecho de juzgar a los demás países como buenos o malos, y emiten sentencias primero y condenas después  sin importarles ni su independencia ni su soberanía.

La necesaria paz para Siria tiene que ser lograda por el propio pueblo sirio; pero la oposición extranjera y sus aliados insisten en exigir la intervención extranjera, intervención que muy lejos de resolver los problemas del pueblo, serviría simplemente para repetir una vez más el caso de Libia.