Por Dédalo de la Fuente
En
días pasados, la mayoría de los mexicanos nos enteramos (vía noticieros televisivos o radiofónicos)
de las catástrofes que han causado los últimos desastres naturales que azotaron
al país. Como siempre, los medios de comunicación (y uno que otro plumífero a
sueldo), comentaron los daños que habían ocasionado las lluvias: deslaves,
huracanes, desbordamientos de ríos y presas. Enviados especiales aquí y allá,
reportando desde las zonas devastadas. El problema es, que todos llegan a la conclusión
de que, en efecto, son los cambios climáticos los que han puesto a México en
zona de desastre.
Inundaciones ¿desastre incontrolable?
Son
pocos (podrían contarse con los dedos) quienes plantearon que no toda la culpa
la tiene la Señora naturaleza. Es por eso, que haciendo eco, me sumo al llamado de los que plantearon que el problema que
atraviesa México va más allá de lo que nos informan en la radio y la televisión.
La
mayoría recordará, como año tras año, no hay día en que los medios de
comunicación no nos inunden de reportajes, crónicas y artículos dedicados sobre
todo a tres aspectos: Las sequias en el norte del país; inundaciones,
desbordamientos de ríos y presas (sobre todo en el sur del país) y los estragos
que dejan los huracanes en el Golfo de México y en el Océano Pacifico. En
efecto, nadie puede negar que dichos acontecimientos estremezcan a la nación.
Pero tampoco nadie puede negar que la mayoría de los desastres se pueden evitar
o por lo menos reducir sus daños.
Los
deslaves de ríos y presas, así como las inundaciones, son un problema que cada
año se nos presenta: “el canal de la compañía ya se desbordo”; “tal pueblo en
el estado de Chiapas fue cubierto de lodo por el deslave de un cerro”; “el rio
Usumacinta llegó a sus niveles críticos
e inundó a sus poblados aledaños”; o que “tal o cual huracán toco suelo
mexicano y provocó derrumbamientos de casas y pérdidas económicas en las zonas
turísticas”.
Sólo
por enumerar un ejemplo: según José Luis
Luege Tamargo, titular de la Comisión Nacional del Agua, Tabasco cada año se
seguirá inundando debido a los cambios climáticos y porque hay zonas que no
deben ser habitables pero que están habitadas, así lo señaló el titular durante
un recorrido por el Río de la Compañía. Queda claro que el titular de dicha dependencia
busca a un culpable por lo ocurrido en Tabasco y culpa a los habitantes de
dichas zonas por poblar zonas inhabitables, pero no expresa, que la mayoría de
esa gente vive en esas zonas porque en
los lugares más seguros de Tabasco sólo pueden ser habitados por quienes pueden
pagar una alta cantidad de dinero para adquirir una vivienda sin riesgos a inundarse
(las cantidades van desde $3.300.000
a los $14.500.000 pesos). Dirán que es
algo exagerado, pero he aquí el problema del por qué la gente habita zonas
inhabitables y por qué tiene que padecer las inundaciones año con año.
Pudiéramos
enumerar varios de los problemas que aquejan a nuestro país, pero el punto no
es, simplemente, quejarme y no proponer una solución. ¡No! Es cierto que los
huracanes, las fuertes lluvias y las sequias son algo inevitable por el mal uso
que le hemos dado a nuestro planeta, pero, sus consecuencias se pueden evitar
siempre y cuando el gobierno mexicano tome las
medidas adecuadas. Tabasco reclama, “hagan un plan hídrico para
solucionar de manera definitiva el problema de la inundación”. Los cientos de damnificados exigen a gritos
mejoras en sus comunidades como: construcción
de buenos drenajes, carreteras, puentes, una casa digna (lejos de zonas de alto
riesgo). Los afectados por las sequias necesitan de un apoyo real al campo que ayude a los
menesterosos a combatir el problema de las sequias y para ello, no sólo se
necesitan programas, lo que se requiere es que el gobiernos mexicano tome
realmente las riendas del país.
Sequías asotando el norte del país.
Los
mexicanos tenemos la capacidad para mejorar a nuestro país, para sacarlo del atraso
en el que se encuentra, pero, para poder llegar a eso, se necesita un gobierno
eficaz, con un plan de desarrollo destinado a los que menos tienen, y sólo así,
mirando hacia los más necesitados (y no solo a los amos del dinero), que podremos solucionar si no del todo los problemas de
los desastres naturales, por lo menos si podremos disminuir el número de zonas
afectadas y el número de pérdidas económicas y humanas.