Liseo Gonzalez
Un lejano día del año 1906 llegaba a
Francia un hombre tímido, bien vestido, con dinero en el bolsillo, pincel y
lienzo en mano proveniente de Livorno, Italia. Con apenas veintidós años, el
artista pisó suelo parisino que por aquella época era el centro de la
vanguardia y la vida bohemia. “¡París era una fiesta!”, se decía en ese
entonces. Artista legendario que hasta su temprana muerte se le ocurrió a la
vida sonreírle. Me refiero al escultor y pintor italiano Amedeo Clemente
Modigliani.
Modigliani de Picasso |
Modi, como le llamaban algunos de sus colegas, cayó
en Montmartre, cerca del Bateau Lavoir donde conoció a personajes célebres como
Max Jacob, Van Dongen, Guillaume
Apollinaire, Diego Rivera, Chaïm Soutine, Vicente Huidobro y sobre todo, al
Picasso de la época azul y su cuadrilla de poetas y pintores alucinados, entre
otros. Tuvo una vida ejemplar según el canon bohemio. Vivió todo tipo de
excesos alcohólicos, narcóticos y sexuales, y aún tuvo tiempo de dejar una obra
inmortal. Su momento culminante lo dejó en París, ciudad que era entonces el
faro mundial del arte.
Desde siempre su situación económica fue precaria,
sin tener siquiera un techo estable y saneado. Su pobreza fue tan definitoria como
su alcoholismo. Y siempre se le vio como un dandi pobre, con su característica elegancia
destartalada: chaquetas de terciopelo desgastadas, bufandas o telares estilo Garibaldi
y sombrero de ala ancha. Se le podía encontrar todo el tiempo en los cafés y
bares de Montmartre ya sea pintando o tomando. Hay algunas anécdotas que
cuentan que en uno de los cafés dibujaba con un anuncio en los pies. "Soy Modigliani, judío, cinco
francos". Por un dibujo no admitía el dinero que excediera a esta
cantidad. Después subió el precio y le agregó al trato un poco de alcohol.
Bien, pero lo que nos interesa hoy es
comprender su obra y su estilo, mucho más que las anécdotas de su vida. Obra que
fue, sin duda, una de las más interesantes
entre las producidas en aquella época
dorada y reconocida por sus colegas casi inmediatamente. Ese estilo
inconfundible de lánguidas figuras de sus personajes, suaves cuellos largos y caras
finas, clara influencia de las máscaras rituales africanas. Su forma de
dibujar, decía Cocteau era “una conversación silenciosa”. Podríamos decir que muy
pocos pintores del siglo XX fueron tan conspicuos en su estilo y tan
impermeables al aire de las modas y de los tiempos. Daba la impresión de que
Modigliani se apropiaba del alma de los personajes de su mundo y les daba su propia
semblanza, melancólica y enfermiza. Tenía el genio para captar la esencia pura de
los personajes; esto nos hace recordar aquella famosa frase: "Cuando
conozca tu alma, pintaré tus ojos".
Jeanne, de Modigliani |
A medida que Modigliani caminaba hacia la
destrucción su genio se hacía más patente. Y como muchos otros genios, tras su trágica
muerte fue aceptado incluso por ese público que solía reír de la vanguardia. Y fue
tal su reconocimiento que se le convirtió en un icono. Muy bien merecido, pero un
poco tarde.
Los excesos y la pobreza acabaron con él. Un frio
día de invierno, el pintor Kipling lo sorprendió en plena agonía rodeado de botellas de vino vacías
y latas de sardina. Al pie de la cama se encontraba Jeanne (su última y más
fiel compañera), embarazada de nueve meses. Lo llevaron al hospital donde murió
a las 10:45 de la noche del 24 de enero de 1920. Su entierro fue un gran
acontecimiento en Montparnasse. Pintores, músicos, poetas, actores y antiguas
amantes acompañaron al pintor y mientras todo esto sucedía, Jeanne se tiró por
la ventana de un quinto piso llevando en el vientre un hijo de Modigliani.
Un honesto reconocimiento a Modigliani a 93
años de su muerte.
Voz Activa.
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