M. González
Prometeo robando el fuego a los dioses. |
Eres la
luz que ilumina los senderos.
Aquella
que deja huella tras su paso;
con tu
fulgor haces renacer aquella flor
que
caminaba a prisa hacia su ocaso.
Eres tan
poderosa como el fuego.
Tan
humilde como tú misma
y más
brillante que las estrellas.
Te
extiendes a prisa por la tierra.
Haces
que las aves emprendan su vuelo nuevamente,
reconstruyendo
las hazañas del pasado,
levantando las propuestas del ayer
Tu luz
hace encender aquellas velas,
que por
mucho tiempo el soplar del viento
con su
fuerza sofocó.
Apagas
el silencio,
haces
escuchar el cantó de las aves
como un
coro entrelazan su cantar.
Y le
esparcen al mundo la verdad.
Fuertes
vientos son los que hay que soportar.
Golpes y
tentaciones que esquivar,
¡Oh!
¿Cuantos en el camino perecieron?
Pero a
muchos las alas les empiezan a brotar.
Fuiste,
eres y serás gran antorcha
que al
hombre iluminas hasta el más recóndito
lugar.
Aunque
muchos, te intenten apagar.