Por Dédalo de la
Fuente
Una habitación
vacía
un frío extenuante
y el último rayo de
luna
que penetraba el límpido cristal de la ventana
que penetraba el límpido cristal de la ventana
sirvieron como
fieles testigos
de lo que aconteció
cuando cayó el alba.
Aquella madrugada
sin duda alguna
esperabas
aquellos tonos de
La y Do
pero las uñas de
mis dedos
no pudieron tocar
aquellos acordes
de Fa y Sol.
Hubo un silencio
entre nosotros
que me desgarraba
el alma
acrecentaba la distancia
la tensión de
nuestra relación
y el pretexto
era esa simple
canción.
Cediste ante los
brazos de Orfeo
abatida por el
desprecio y la agonía
esperando aquella
melodía
y yo quedé
esperando
que de tus dulces
labios
saliera un -te
quiero vida mía-.
Ante esa actitud
me refugie en mi
viejo sitial
miré el último
reflejo de la límpida luna
penetrando el cristal
y noté algo curioso
el cielo lloraba
quizás me
acompañaba
en ese largo pesar.
Tomé a mi compañera
del brazo
abrace su cuerpo
con tanta pasión
que acaricie sus
cuerdas flojas
y empecé a tocar tu
canción.
De repente
la nota de Mi
no concordó con Sol
entonces comprendí
que lloraba mi
guitarra
por el abismo que
se abría
entre tú y yo.