Echarle la culpa
de la violencia y muertes que han producido
seis años de gobierno panista, al tráfico ilegal de armas provenientes de EU,
es hacerle al muertito y deslindarse poco a poco de las consecuencias de una política
de seguridad mal aplicada; además de hacer demagogia a los familiares de los
que han perecido “combatiendo” al crimen organizado.
Estando en la recta final de
su mandato, Felipe Calderón corre a la meta final con muletas y sin tener
siquiera aliento para confesar su fracaso en materia social y económica,
dejando al país bañado de sangre y repleto con panteones clandestinos, pues los
formales se han quedado sin espacios.
Es una realidad que los
mexicanos no tienen niveles de vida dignos, no encuentran trabajo y los que
trabajan sobreviven con un salario de mugre; cuando se come huevo o carne es día
privilegiado por la gracia del señor o de plano un excesivo lujo en la miseria.
La pobreza y las consecuencias
que ésta trae como el hambre, la ignorancia y la pérdida de la sensibilidad
humana gracias a los falsos “valores morales” nos da un cuadro de hombre
propenso a realizar cualquier actividad con tal de sobrevivir, aun la de matar
o envenenar (con las drogas) a sus semejantes.
Los delincuentes no nacen, se
hacen en la sociedad, y en México lo que enferma a nuestra sociedad es la
pobreza ocasionada por la mala
distribución de la riqueza nacional; es la pobreza la que ocasiona muchos males al pueblo; males
que la administración de Felipe Calderón se ha negado a resolver, ahí mismo, en
Chihuahua, ¿no se están muriendo de hambre los Rarámuri? ¿Qué beneficio puede
tener para ellos que el Congreso de EU apruebe o no una ley contra la venta de
armas?
Pero aceptar que la pobreza es
el problema, sería para Calderón aceptar que su gobierno no ha sido eficaz en
materia social, que México es inequitativo e injusto con su clase obrera, y que
nuestro sistema económico y político es malo, lo que conllevaría a realizar un
cambio radical, pero es por lo mismo que no se acepta.
Para nuestra clase política no
es posible si quiera razonar un cambio en la estructura decadente sobre la cual
su poder esta encumbrado, mueran cuantos mueran, sufran cuantos sufran, pues,
es gracias a esa forma de gobernar como obtienen los beneficios que gozan,
entre ellos la impunidad.
Cometen un grave error, el pueblo
mexicano pierde confianza, se torna impaciente y desconfiado, reflejando cada
día más su descontento, y aunque las épocas electorales han servido para
calmarlo y darle nuevas aspiraciones, creo que se acerca el día en que estas no
serán suficientes para engañarlo y dormirlo por otros seis años.