Ricardo Flores Ríoblanco
Hay notas que dejan un mal sabor de
boca, otras que casi hacen caer la dentadura por lo sorprendente y otras que causan indignación y nos empujan a
preguntarnos quien está mal, si aquellos que cometen los actos que son
señalados como algo subversivo o aquellos que por el simple hecho de ser
poderosos – llamase político, patrono o funcionario- pueden arremeter contra
una cantidad de personas (que piden justicia ejerciendo su derecho de
manifestación), con las medidas más salvajes y deshumanas, siempre gozando de
la impunidad que desde los medios informativos se les ofrece, pues mientras
unos no oyen, no ven y si reprimen, los cómplices de pluma achacan toda la culpa
a quienes por ser pobres, no pueden defenderse ni contraatacar mediáticamente,
por lo menos al nivel de los que son dueños del poder económico y
político.
Parece ser que hay una ola de violencia a nivel
mundial que afecta a todos los pobres que tratan de organizarse para exigir una
mejoría en sus condiciones de vida, que van desde el salario hasta la vivienda.
Como ejemplos recientes, en días pasados, 270 mineros sudafricanos fueron
arrestados el pasado 16 de agosto por el tiroteo policial en Marikana (Sudáfrica)
y acusados del asesinato de 34 compañeros muertos, ¡pese a que estos murieron a
manos de policías! El examen post mortem reveló que la mayoría de los difuntos,
fueron baleados por la espalda, tratando de huir de los disparos policiacos;
mientras los “guardianes del orden” alegaron que la multitud se encontraba
armada con machetes y piedras. He visto las imágenes, y no veo ningún machete
por ningún lado. Días después, ante la gran indignación de la población, y de
la comunidad mundial, fueron absueltos del cargo, sin embrago hay nuevos brotes
de violencia, pues la demanda de que se les subieran los salarios no ha sido
resuelta.
Masacre de obreros en Marikana (Sudáfrica)
En otro caso, cientos de mineros decidieron
encadenarse debajo de minas junto a explosivos para demandar que sus trabajos
fueran respetados ante un eminente cierre de la empresa, esto en Italia; en
Chile, miles de estudiantes han sido reprimidos por los “carabineros” por
exigir mejoras educativas.
Todas estas noticias han sido como el pan de
cada día en los noticieros matutinos en la ciudad de México, y en los
encabezados de periódicos importantes. Pero en México parece estar inmerso en una
“sagrada burbuja” – creada por los medios de comunicación- que no nos informan
con objetividad acerca de la violencia que se incrementa en el mundo contra los
pobres, así mismo en nuestro país: un
incremento en la violencia contra el descontento público y más mano dura contra
los pobres, a los cuales se nos sigue catalogando como holgazanes, buenos para
nada y envidiosos, como dijese la australiana Gina Rinehart, la mujer más rica
del mundo: “Si se sienten envidiosos de los que tienen más dinero que ustedes,
no se queden sentados quejándose. Hagan algo para ganar más, pasen menos tiempo
bebiendo, fumando y charlando, trabajen más…”
La lucha social no es una alternativa para los
obreros de acuerdo a esta señora; la organización y concientización obrera para
alcanzar objetivos llenos de justicia elemental, jamás podrán ser aceptados por
los poderosos.
Ante el escenario mundial tan problemático, veo
un México donde los medios persisten en plantear el problema de los mexicanos
en la inseguridad, en los fraudes electorales y demás leyendas apocalípticas
que puedan sacarse de la manga; pero el sol no puede cubrirse con un solo dedo,
y mucho menos la política internacional que pone a la violencia como medida
para apagar el descontento social. De
igual forma me parece errónea la visión de que los pobres deben contestar con
la violencia, eso sería jugar a las patadas con Sanzón.
Por ejemplo, vemos en San Luis Potosí cómo a
campesinos y colonos pobres se les intimida y agrede, mientras que su flamante
Gobernador el Dr. Fernando Toranzo
Fernández hace caso omiso a las peticiones que se le son expuestas a las
afueras de su palacio donde un plantón organizado por la organización Antorcha
Campesina lleva apostado varias semanas. Amenazas de desalojo por medio de la
fuerza, intimidaciones directas a los dirigentes, acoso y guerra mediática por
parte de los fieles esclavos de pluma han sido parte de la estrategia del
gobernador, mismo que se negó a escuchar
25 mil almas convocadas en una marcha jamás vista en aquellas tierras
para exigirle solución, vaya capacidad de arrogancia y frialdad humana.
Vemos como en Sinaloa los luchadores sociales
son amedrentados a través de verdaderos actos gansteriles como lo fue un ataque
con bomba molotov al autotransporte utilizado por la dirigencia representativa
de miles de familias humildes; en el Estado de México se permite que caciques
-casi momias- salgan como personajes de ultratumba para aterrorizar a la
población de Chimalhuacán mientras Eruviel Ávila Villegas no hace nada; peor
aún, veo como reporteros actúan como perros de inquisición para exigir al
todavía actual Presidente, que acabe de una vez por todas con los “monstruos”
de los sindicatos obreros y organizaciones civiles como Antorcha Campesina,
CFE, SENTE, STPRM y al mismo tiempo
vemos a los medios emprender una campaña más y más fuerte -misma de la que se
sentiría orgulloso Joseph Goebbels- para extinguir con garrotes a los
manifestantes y después con leyes,
quitarles su derecho a la libre manifestación pública.
La violencia nunca será política en una
sociedad donde cada ser humano tenga lo justo y necesario para vivir, será más
bien la última alternativa para protegerse de agresiones por parte de quienes
busquen arrebatarle sus logros y dignidad; pero en nuestro México actual la
justicia social está secuestrada por los gobiernos, los cueles no tienen
dignidad ni vergüenza para seguir
argumentando sus faltas ante una ciudadanía que exige pacíficamente soluciones
a demandas de primera necesidad. ¿Acaso no se dan cuenta que no se puede apagar
con gasolina la irritación social? ¿Acaso
no saben que el pueblo entero puede arder con una sola chispa, pues sus
condiciones no dan para más?
El recurso de la organización y la protesta
pública son políticas de paz en tiempos de descontento social y crisis
económicas.