Actualmente, nos enfrentamos en diversas dimensiones y géneros, a muchos
cambios y problemas tanto sociales como naturales. Y tal vez, por ser tantos y
tan graves, nos sea complicado determinar
cuál nos afecta más, y por lo tanto, cuál debemos resolver primero; pero
por algo tenemos que empezar.
Uno de esos problemas
es la pobreza, que aqueja a la mayoría de la población y que cobra innumerables víctimas inocentes todos los días. ¿Y esto por qué? Veamos
algunas cifras: desde 1950, la población mundial se ha triplicado. En la
actualidad somos más de 7 mil millones de habitantes; de ese total, el 70 %, o sea, cerca de 5 mil millones de personas, vive por debajo del umbral de la
pobreza.
El dato más amargo,
es que la mitad de los pobres del planeta viven en países ricos (México, por
ejemplo, es un país rico en recursos naturales y de sus 113 millones de
habitantes, 75 millones están en la
pobreza). La forma de desarrollo mundial no ha cumplido sus promesas, o
mejor dicho, solo unos cuantos la han disfrutado y se han enriquecido de ese
desarrollo. En 50 años, la diferencia de riquezas ha aumentado como nunca, en
la actualidad, la mitad de las riquezas están concentradas en manos de los más
ricos.
Una de las
consecuencias de esta desigualdad, es el desplazamiento de más pobres hacia las
zonas urbanas; la gente de los campos huye por las dificultades económicas y
este desplazamiento se traduce en más gente viviendo en condiciones precarias,
insalubres y sobrepobladas, sin acceso a lo más común y elemental. En pleno
siglo XXI, casi mil millones de personas son victimas de la pobreza extrema.
Lo que
pudieramos resumir hasta aquí, es que hemos avanzado científica, económica, tecnológica
y productivamente, pero los beneficios de esto son aprovechados por una ínfima
minoría, es decir, no se reparte equitativamente lo creado por todos.
En México, la
situación no es muy diferente, y hay que añadir a esto la sequia que se vive en
el norte del país que afecta a 18 estados; también, el
clima de violencia (el narcotráfico), que ha sido atacado tan burdamente y que
no ha hecho más que empeorar. En cuestión económica, nuestra economía no crece, o por lo menos, no al ritmo
que necesitamos; no se generan los suficientes empleos y los que hay no están bien
remunerados; padecemos una grave dependencia de Estados Unidos (el 90% de lo
que exportamos va para EU). En otras palabras, carecemos en México de una
política económica armada científicamente, para superar nuestras debilidades y
meter al país en un círculo de crecimiento y desarrollo, algo difícil pero no
imposible.
La
única solución está en el cambio del modelo económico. Necesitamos un modelo
económico que apueste por el mercado interno, que genere empleos y eleve el
poder adquisitivo de los trabajadores (aumento de salarios) y que no dependa de
una economía tan enfermiza como la de EU. Lo que la experiencia nos ha
enseñado, es que el actual modelo económico es ineficiente, altamente
excluyente y que beneficia solo a unos cuantos.
Lo que se
debe hacer no es atacar la pobreza extrema, sino la riqueza extrema, con lo que
habría una mas justa distribución de la riqueza. Tiene que haber un cambio radical, si
realmente se quiere resolver esta problemática. Hay que desarrollar el mercado
interno, y esto no quiere decir que sólo se apueste por la producción nacional,
sino también por el consumo, y para eso debe haber buenos salarios y más empleos. La solución, entonces, para México y el mundo está en el
cambio y en una mejor distribución de la riqueza.
Seguir siendo
indiferentes y conformistas o fundar nuestra esperanza en un individuo,
creyendo que él nos traerá la solución, es faltar gravemente a la historia. El
momento de comenzar a hacer algo fue ayer, pero aun estamos a tiempo.