I
La gran masa
La gran masa
Por
Dédalo de la Fuente
Eran las 5:30 de la mañana y el
crepúsculo empezaba a desvanecerse, la temperatura era fría como aquella que
logra enrojecer las mejillas y que cualquiera que no conociese al país diría que se encuentra en tierras árticas.
-No pasa la combi –decía Michel con impaciencia- y vamos retrasados.
-Dicen en los noticieros que este frio
se debe al calentamiento global – contestaba Alejandro con acento burlón-
-Mira allí viene después de 20 minutos
de retraso ¿Por qué tendremos este mal transporte? Siempre llega tarde y vamos
muy incomodos.
-¿Te quejas de la combi o del
transporte? Sabes que esto no es nada, espera a que lleguemos a Pantitlan, si
tomamos uno de los primeros cuatro trenes seremos afortunados y más a estas
horas donde la gran masa de trabajadores se dirige a sus trabajos.
-Mira Alejandro, la verdad no creo que
este tan acostumbrado como tú a esta rutina y quizás eso es lo que me
desespera, pero entiéndeme, ahora me preocupa llegar tarde porque “El Barrigón”
ya nos la sentenció.
El Sr. Domínguez mejor conocido como “El Barrigón” (que más
bien parecía tapón de corcho) era el dueño de la fábrica donde trabajaban
Alejandro y Michel.
Alejandro era el clásico joven que deja
un buen porvenir debido a las dificultades de la vida; empezó a trabajar desde los 15 años, su padre, tras un
accidente de construcción quedo inválido, de tal manera que Alejandro no tuvo mas remedio que dejar la
escuela y ponerse a trabajar para hacerse cargo de su hermana y sus padres.
Michel, por otra parte (y contrario a su amigo), trabajaba más por obligación que por necesidad; cierto día
se fue a una de sus francachelas y ya ebrio logró convencer a su novia de tener
relaciones sexuales, y para su desgracia la mujer quedó embarazada, obligándolo
así a trabajar para el sustento de su nueva familia (mas que por su propia
voluntad, fue porque los hermanos de la novia lo habían amenazado advirtiéndole
con el puño en la cara que tenía que hacerse cargo de sus acciones).
En efecto, aquellos dos amigos iban
demorados por más de una hora. Resignados con el triste frio de enero dieron
marcha forzada para pasar desapercibidos a sus puestos de trabajo.
-¿Alguien puede explicarme que horas de
llegar son estas? – Gritaba el Sr. Domínguez - ¡Es la tercera ocasión que
llegan tarde en menos de una semana!
-Usted tiene que entender que el
transporte en la ciudad es deficiente -respondía Alejandro saliendo a la
defensiva- y que en gran parte no es nuestra culpa el llegar a destiempo.
- Eso dicen siempre, no es mi problema
que vivan tan lejos, y podrán decir misa y poner mil y un pretextos pero están
despedidos, prefiero perder a dos empleados que a perder dos horas de
producción, así que regresen el fin de semana por su pago.
- Pero señor, creo que merecemos otra
oportunidad –Michel con acento compungido respondía- además ¿Quién ocupará
nuestros puestos?
-¡No quiero mas explicaciones! y por sus
lugares ni se preocupen que allá afuera hay una enorme masa de desempleados que
piden a gritos que alguien los contrate.
Resignados por aquella resolución de “El
Barrigón”, salieron de aquella fábrica maldiciendo su suerte y pensando en una
nueva manera de llevar el sustento a sus hogares.
Los rayos del sol habían terminado de
bañar a la ciudad, el cielo se tornaba azul (algo inusual en las ciudades) y
alguna que otra nube adornaba aquel esplendido día.
-Hemos llegado Alejandro–exclamó Michel-
y creo que por esta zona encontraremos un buen empleo.
-¿De verdad lo crees? – preguntaba
Alejandro un poco meditabundo- porque yo creo que deberíamos buscar en otra
parte.
-Mira, desayunemos primero y después
pensamos.
-Buena idea, bien dicen que las penas con
pan son buenas.
Se acercaron a un modesto e improvisado
puesto de tacos de guisado, y se dispusieron a desayunar. Michel, entusiasmado
con su almuerzo no notaba que su amigo estaba meditabundo. Alejandro estaba
absorto y extrañado de encontrar a la ciudad tan calmada y pacífica a esas
horas del día, algo que para él era algo extraño, y con esta observación se
quedó pensando, contemplando la tranquilidad del día.