Liseo González
Estamos en
la recta final de la contienda electoral en Venezuela. El próximo domingo 7 de
octubre 18 millones 903 mil 143 venezolanos votarán en las elecciones y
decidirán el futuro de su país (y en gran parte del continente); así de
importantes son las elecciones en el país sudamericano.
En estas elecciones los
principales candidatos son: el presidente Hugo Chávez Frías por el frente
socialista (quien busca la relección) y Henrique Capriles Rodoski por parte de
la ultraderecha. Para el presidente Hugo Chávez, significa un nuevo reto para
dar continuidad a la Revolución Bolivariana y a los cambios profundos que se
iniciaron en 1998. Capriles Rodoski, por su parte, busca, con su proyecto de país, una garantizada
involución: la vuelta al neoliberalismo y acabar de raíz con el proyecto
bolivariano.
Capriles, abogado de profesión,
es descendiente de una familia de prominentes empresarios de la comunicación
entre otras ramas de la industria y fue uno de los principales incitadores del
golpe de Estado en el 2002, vinculado, principalmente, al asalto a la Embajada
de Cuba en abril del mismo año.
Pero en estas elecciones no
sólo está en juego el proyecto de un país, sino el proyecto de un continente
que busca quitarse de encima años de imposición. El gran desarrollo
experimentado por Venezuela, sobre todo en los últimos años, ha sido, en gran
parte, al control que ha tomado el Estado sobre las acciones de Petróleos de Venezuela (PDVSA), palanca principal
de desarrollo y a la necesaria expansión de las “Misiones”, es decir, programas
sociales como “Robinson para la alfabetización”, “Vuelvan caras” (contra el
desempleo), “Barrio Adentro” (atención directa de salud) y tantas otras similares
que al conquistar satisfactoriamente su cometido, han colocado a Venezuela
entre los países con menor desigualdad social del subcontinente. Otro logro de
este gobierno ha sido su carta magna, aprobada en 1999, cuyo objetivo explícito
es la igualdad social.
Henrique Capriles (lado izquierdo). Hugo Chávez (lado derecho) |
Por otro lado, el proyecto
latinoamericano conformado por los organismos
de integración como la Alianza Bolivariana para los pueblos de América (Alba),
la Unión de Naciones Suramericanas (Unasur), la Comunidad de Estados
Latinoamericanos y Caribeños (CELAC) y el Mercado Común del Sur (Mercosur),
todos trazados con un criterio emancipatorio. Pero la unidad latinoamericana no
se ha construido sola, ha ido consolidándose gracias al esfuerzo de numerosos
mandatarios, pero sobre todo, a la tenaz
insistencia de Hugo Chávez. Para Chávez la integración suramericana ha sido el
centro de su política exterior. Él, que se ha forjado al calor de numerosas batallas
(primero las amenazas de muerte y después el cáncer) y las luchas ganadas contra
los repetidos golpes de Estado gracias al pueblo organizado, lo han destacado
como líder de la región. De aquí la importancia geopolítica de Venezuela y del progresista proyecto unificador de
Chávez.
Hasta ahora se ha ensayado de todo
contra el proyecto bolivariano, pero a lo largo de 14 años, el pueblo
organizado ha combatido con éxito estos
intentos fallidos. ¿Acabar con Chávez o con la unidad de la región? Lo
que busca la clase oligárquica y sus aliados americanos es acabar con la figura
de Chávez y su ejemplo, el revolucionario proyecto bolivariano. En las presentes elecciones, por ejemplo, se
ha denunciado el abierto apoyo económico por parte de organizaciones americanas:
“United States Agency for International Development” (USAID) donó 5 millones de
dólares a la capaña de Capriles con el pretexto de “apoyar a la democracia”, cosa
prohibida por la constitución venezolana desde 2010, y han volcado todo el
aparato mediático en contra del proyecto chavista.
En este momento las encuestas dan una
ventaja incuestionable a favor de Chávez. Pero las cartas siguen sobre la mesa.
Todo podría pasar, sobre todo teniendo como oposición a una rabiosa clase
oligárquica hambrienta de poder que
busca una vez mas hacerse de este para seguir beneficiándose. Es decir, que una
vez pasadas las elecciones no se descarta la posibilidad de que se alegue sobre
un supuesto fraude y hasta se intente un nuevo de golpe de Estado.
El próximo 7 de octubre se juegan dos opciones, mantener el
proyecto democrático y progresista o
retornar al injusto pasado neoliberal, el pueblo venezolano decidirá.