2 oct 2012

Venezuela, lo que está en juego.

Liseo González

Estamos en la recta final de la contienda electoral en Venezuela. El próximo domingo 7 de octubre 18 millones 903 mil 143 venezolanos votarán en las elecciones y decidirán el futuro de su país (y en gran parte del continente); así de importantes son las elecciones en el país sudamericano.


En estas elecciones los principales candidatos son: el presidente Hugo Chávez Frías por el frente socialista (quien busca la relección) y Henrique Capriles Rodoski por parte de la ultraderecha. Para el presidente Hugo Chávez, significa un nuevo reto para dar continuidad a la Revolución Bolivariana y a los cambios profundos que se iniciaron en 1998. Capriles Rodoski, por su parte,  busca, con su proyecto de país, una garantizada involución: la vuelta al neoliberalismo y acabar de raíz con el proyecto bolivariano.

Capriles, abogado de profesión, es descendiente de una familia de prominentes empresarios de la comunicación entre otras ramas de la industria y fue uno de los principales incitadores del golpe de Estado en el 2002, vinculado, principalmente, al asalto a la Embajada de Cuba en abril del mismo año.

Pero en estas elecciones no sólo está en juego el proyecto de un país, sino el proyecto de un continente que busca quitarse de encima años de imposición. El gran desarrollo experimentado por Venezuela, sobre todo en los últimos años, ha sido, en gran parte, al control que ha tomado el Estado sobre las acciones de  Petróleos de Venezuela (PDVSA), palanca principal de desarrollo y a la necesaria expansión de las “Misiones”, es decir, programas sociales como “Robinson para la alfabetización”, “Vuelvan caras” (contra el desempleo), “Barrio Adentro” (atención directa de salud) y tantas otras similares que al conquistar satisfactoriamente su cometido, han colocado a Venezuela entre los países con menor desigualdad social del subcontinente. Otro logro de este gobierno ha sido su carta magna, aprobada en 1999, cuyo objetivo explícito es la igualdad social.

Henrique Capriles (lado izquierdo). Hugo Chávez (lado derecho)

Por otro lado, el proyecto latinoamericano conformado por  los organismos de integración como la Alianza Bolivariana para los pueblos de América (Alba), la Unión de Naciones Suramericanas (Unasur), la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC) y el Mercado Común del Sur (Mercosur), todos trazados con un criterio emancipatorio. Pero la unidad latinoamericana no se ha construido sola, ha ido consolidándose gracias al esfuerzo de numerosos mandatarios, pero  sobre todo, a la tenaz insistencia de Hugo Chávez. Para Chávez la integración suramericana ha sido el centro de su política exterior. Él, que se ha forjado al calor de numerosas batallas (primero las amenazas de muerte y después el cáncer) y las luchas ganadas contra los repetidos golpes de Estado gracias al pueblo organizado, lo han destacado como líder de la región. De aquí la importancia geopolítica de Venezuela y  del progresista proyecto unificador de Chávez.

Hasta ahora se ha ensayado de todo contra el proyecto bolivariano, pero a lo largo de 14 años, el pueblo organizado ha combatido con éxito estos  intentos fallidos. ¿Acabar con Chávez o con la unidad de la región? Lo que busca la clase oligárquica y sus aliados americanos es acabar con la figura de Chávez y su ejemplo, el revolucionario proyecto bolivariano.  En las presentes elecciones, por ejemplo, se ha denunciado el abierto apoyo económico por parte de organizaciones americanas: “United States Agency for International Development” (USAID) donó 5 millones de dólares a la capaña de Capriles con el pretexto de “apoyar a la democracia”, cosa prohibida por la constitución venezolana desde 2010, y han volcado todo el aparato mediático en contra del proyecto chavista.

En este momento las encuestas dan una ventaja incuestionable a favor de Chávez. Pero las cartas siguen sobre la mesa. Todo podría pasar, sobre todo teniendo como oposición a una rabiosa clase oligárquica hambrienta  de poder que busca una vez mas hacerse de este para seguir beneficiándose. Es decir, que una vez pasadas las elecciones no se descarta la posibilidad de que se alegue sobre un supuesto fraude y hasta se intente un nuevo de golpe de Estado.

El próximo 7 de octubre se juegan dos opciones, mantener el proyecto democrático y progresista  o retornar al injusto pasado neoliberal, el pueblo venezolano decidirá.