Liseo González
“El que habla de caminos es porque andados los tiene.”
Dicho popular.
-Aún recuerdo ese fin de semana,
Juan. Lo recuerdo más que cualquier otra cosa. Fue mi boleto a lo que ahora es
mi vida ¡fue como volver a nacer! Cómo voy a olvidarlo-
-Ese es el fin de semana más largo que he
tenido y el cual todavía no termina. Se acabará junto conmigo, cuando mi vida
se haya consumido. Lo más curioso es que no lo planeé, nunca me imaginé que
aquel sería mi último día en aquel pueblo
del sur. Todo fue de improviso y se convirtió en mi vida. Hace treinta
años, un fin de semana, se convirtió en mi vida.-
-Jajajaja, no exagere Don Miguel.- respondió
Juan.
-Así fue Juanito, la ciudad me sedujo y me
atrajo. Yo quería experimentar algo nuevo y quede embebido. En cuanto puse el
primer pie, ¡pum! me enamoré de la ciudad y nunca la pude dejar, y hasta ahora,
nunca la he dejado. Era yo tan solo un joven, lleno de sueños, ilusiones y
metas. Algunas metas las realicé, otras murieron con el tiempo; las ilusiones
me deslumbraron en su momento y se han ido apagando, y los sueños, jeje, la
ciudad se encargó de ponerme los pies en la tierra.
¡Y mírame ahora! no soy más que un viejo que la
vivió y la disfrutó. No soy rico, pues nunca fue mi meta, lo único que quería
era ser feliz y estar bien y creo que en gran parte lo logré.
Los años me enseñaron que el problema no está en plantearse metas o soñar, sino en no
tener un plan o al menos una mínima idea de cómo hacerlos posible.
Es como treparse al tren: debes saber a dónde
quieres ir y saber en dónde te vas a bajar. En mi caso yo me dije “En este tren
yo me trepo, aunque largo y difícil sea el viaje, sé a dónde me lleva. Es mejor
intentarlo ahora que se puede, que quedarse
para siempre esperando” ¿Cómo la ves? Decidí treparme a quedarme
esperando.
Mira, un viaje en tren puede ser muy sutil.
Cuando te sientas de frente te causa una impresión, es como si todo viniera
hacia ti, como si las cosas te buscaran, como si todo viniera a tu encuentro; y
sucede al revés cuando te sientas en dirección contraria a donde el tren se
dirige, parece que todo se te va, parece
que las cosas se te escapan. Esos sentimientos extraños de la vida, que se
sienten como si abordaras un tren.
Pensándolo bien, creo que eso fue lo que me
sucedió, sentí que la vida me invitaba, y me invitó a quedarme aquí, y aquí me quedé.-
-¡Ya! No se ponga melancólico Don Miguel.-
decía Juan- Lo que se hace debe hacerse bien para que valga la pena, ¿Qué no?
-¡Así es! Estuvo canijo al principio, pero me
pude reponer. Me lleve los sinsabores necesarios y… pero, tienes razón, no hay
que ponerse melancólicos
Lo mejor, es que me queda la satisfacción de
saber que me trepé en el tren correcto y en el vagón acertado. Me ha tocado
sentarme en ambos lados del tren y he
comprobado lo que se siente, nadie me lo puede contar.
Me he preguntado muchas veces ¿Qué tan largo
puede ser un viaje?, y lo único que mi experiencia me dice es, “tan largo como
uno lo quiera”.
Así es, Juan, yo me dije, “En este tren yo me
trepo” y mírame, sigo aquí, feliz y en el mismo vagón…-