Por: Dédalo de
la Fuente
-¿Volverás?-
Preguntaste
mientras el cielo se teñía al caer el último crepúsculo.
Tranquilo y sereno,
mirando el aletear de las golondrinas, respondí:
-¡Sí! mas no sé
cuando. Las aguas son turbias y bajo el
fuego enemigo
tenemos que
caminar para llegar al sendero de la libertad.-
-¿Y los
besos? ¿Y las caricias prometidas?-
Susurró
deslizándose lentamente hacia el
horizonte.
Aprestando el
paso le dije sin perder la cordura.
-pueden ser
sustituidas por las letras, para los amantes
que han dejado
una vida de placeres y luchan por una vida mejor.-
-Sin embargo,
luz de mi alma, transformadores somos
y exentos no
estamos a las caricias, a los besos, al llanto, al amor.-
El ojo de la
noche bañó a la ciudad con su esplendor
y la bóveda
celeste pudimos contemplar desde esta ferviente ciudad.
Un
gélido frío estremeció tu apacible sonrisa
y al
caer de las hojas del triste abedul,
dije con pasión:
-Puedes
hacer tuyas mis palabras y dejar que abracen tu cintura
hasta que la
composición de unos versos estremezcan tu piel.
Deja que mis
rimas sean las caricias que al son de la sintaxis
se conviertan en
un sublime beso para fundirse en tus
labios sabor a miel.-
Se oyó el
murmullo de la noche y un ligero viento trajo consigo
las palabras que
creí nunca escuchar: cuídate "amigo".
Y yo en mis adentros (y sin más que decir): cuídate amor mío.
Y yo en mis adentros (y sin más que decir): cuídate amor mío.
La luna
menguante alumbró mi camino y sin mas caricias prometidas,
en el sendero de
la lucha, camino… camino.