Por
Ricardo Flores Ríoblanco
Con bombo y platillo, los diferentes medios de comunicación celebran
el arranque de las campañas presidenciales y pregonan el “ejercicio
democrático” que el pueblo emprende “libremente” cada seis años. Pero lo cierto
es que dichas campañas iniciaron desde hace tiempo, perfilando a los mejores
candidatos que el sistema económico y político necesita para seguir existiendo,
dejando a un lado las necesidades y las opiniones del pobre.
El pueblo
mexicano es, desgraciadamente, uno de los menos politizados en América Latina,
sabiendo esa realidad, los medios de comunicación no se tardan en incidir en
las mentes de los electores, manipulando sus preferencias y callando su
descontento. Sí, la ignorancia ciega al
humano, pero no por ello no le permite anhelar y hasta luchar por lo que cree
justo y correcto, es decir, la realidad provoca en algún punto, descontento y
deseos de cambio hasta en el más silvestre de nuestros hermanos.
Hasta ahora, no
he escuchado a ninguno de los candidatos ofrecer cambiar la realidad en la
habitan más de 80 millones de mexicanos, la pobreza en particular. Vemos
intentos tímidos de conciliar con el pueblo, escuchamos una refrenda a la
política de violencia, y hasta sociedades “amorosas”, pero nada de propuestas
concretas para aliviar la miseria.
La inmensa
mayoría de los pobres, serán victimas de la manipulación por parte de los
medios, de las mentiras-promesas por parte de los candidatos, de las sucias campañas de descalificaciones,
todo como parte de una guerra en la que se discutirán la silla presidencial
para desde allí, ejercer el poder sin mirar atrás.
El tiempo de los
partidos políticos más influyentes en México, se acaba. Si bien el poder que
los medios de información tienen sobre la población es inmenso, las “maquinas
de sueños” no podrán sofocar el fuego que se expande gracias a las
contradicciones de un sistema que sustenta al hombre más rico del mundo, y al
mismo tiempo sume a más de la mitad de
su población en la miseria.
Las elecciones
venideras serán las más reñidas entre las elites que desean conservar el poder,
y las que buscan hacerse de él; mientras que para el pueblo, la única vía
posible de cambio en paz, queda sesgada a un cambio de personas y formas de como se ejerce
el poder, pero no un cambio de fondo para mejorar su dura realidad, la cual,
con cada día que pasa, se vuelve insoportable.
Parece que los
partidos quieren hacerse del poder, por
el poder, lo que pondrá en juego la estabilidad de una nación que de por si
pende de un hilo, peor será si quienes ya tienen el gobierno, emprenden caminos
maquiavélicos para quedarse con él; las campañas electorales, a punto de
arrancar, buscarán de todo, menos hacer un compromiso de cambio de las
condiciones de las mayorías.