K V
De pronto los cielos se abrieron
y una voz de lo profundo gritó:
-¿Qué buscáis?
¿Qué queréis por estas tierras?
¿Qué espíritu o demonio os invocó?-
Y allí estaba él, perdido
con su castigo a cuestas
decretado por el hombre,
impuesto con cadenas y espinas
que ahogan el alma.
Me acerqué y pregúntele:
-¿Por qué te esclavizas a esta soledad
donde nadie te ve y nadie te siente?
¿Por qué te alejas de aquel lugar
donde el sufrimiento es huérfano de consuelo
y el hambre se alimenta de penas
que vagan sin cesar libres por el mundo
buscando la libertad?
¿allá donde el romper las cadenas
que por siglos como pesadas lozas
han echado sobre tus hombros?-
Su mirada temerosa y grave posose en mí.
¡No temas! -le dije- ¡nada habrá que perder
y sí muchas cadenas juntos habremos de romper!