Liseo González
Hemos sido testigos en recientes semanas del
recrudecimiento de los ataques en Siria, esto después de que Rusia y China
desaprobaran una vez más con su veto la invasión directa por parte de miembros
de la Organización del Tratado por el Atlántico Norte (OTAN).
La ofensiva de la guerra sucia ha ido en aumento y ha escaldo en violencia,
como lo prueban los ataques a medios de comunicación y sedes de gobierno. El
caso más grave fue registrado el pasado 18 de julio, cuando una terrible
explosión por la mañana hizo temblar Damasco, provocando destrucción en la sede
de seguridad y la muerte del ministro de Defensa general, Daud Rajha, de su
ministro adjunto el general Assef Chawkat, y el general Hassan Turkmani,
adjunto al vicepresidente de la Republica, entre otras víctimas.
El atentado terrorista tenía como objetivo claro crear una situación de inestabilidad
para Bashar Al Assad, presidente sirio, al que Washington exige su renuncia incondicional.
La reacción del gobierno sirio a este ataque, fue nombrar en lo inmediato
sucesores de los funcionarios asesinados en medio de un luto nacional. La
respuesta de Washington llegó enseguida, acusando a las victimas de ser los
culpables de los hechos por no obedecer las ordenes directas de la canciller de
EU, Hillary Clinton, quien ha sostenido que lo único que tiene que hacer Al
Assad es renunciar y entregar el país a un “Consejo de Transición”, o en otras
palabras, entregar el país a una administración colonial.
Los combates que se han llevado a cabo en Siria son por parte de mercenarios bajo la bandera de
“rebeldes”, cuyo objetivo es el desgaste de las fuerzas del gobierno sirio así
como el ataque simultaneo a los centros civiles estratégicos para que la
población vire su frustración hacia el gobierno, con lo que se busca aumentar
el descontento social internamente y de ésa manera obtener apoyo o carne de
cañón para la “insurgencia”, y lograr así una situación de caos para derrocar
al Gobierno Sirio. Estos “rebeldes”, agrupados en su mayoría en el Ejercito
Libre Sirio (ELS) -brazo armado del Consejo Nacional Sirio (CNS)- organización
“opositora” que se formó en la ciudad turca de Estambul, el 2 de octubre de
2011 con el auspicio de Turquía y la Unión Europea y que desde un principio se
declaró con el objetivo de derrocar al presidente Al Assad mediante una “revolución
pacífica.
El famoso CNS ha sido presentado al mundo entero por muchos medios de
occidente como la oposición real y verdadera de Siria. Se han incluso
organizado encuentros como el “Amigos de Siria” donde se busca ayuda económica
para pagar los sueldos de los “rebeldes” (¿rebeldes asalariados?). Estos grupos
armados son financiados principalmente por Estados Unidos, Gran Bretaña,
Turquía y las monarquías del Golfo Pérsico.
Sin embargo existe una verdadera oposición democrática y de la cual poco se
habla; está dentro de Siria y no paga mercenarios para atacar a su propio
pueblo e incluso rechaza toda
intervención extranjera. Esta oposición mantiene
una posición crítica sobre el desempeño del gobierno, su falta de democracia y
sus manifestaciones de corrupción. Sus demandas: tolerancia en la práctica
religiosa, acceso amplio a la educación, seguridad social, derechos a la mujer
entre otros. Por lo tanto, el
Consejo Nacional Sirio o el Ejercito
Libre Sirio no representan en ningún caso al pueblo de ese país.
En estos tiempos donde algunas potencias se toman el derecho de juzgar a
los demás países como buenos o malos, y emiten sentencias primero y condenas
después sin importarles ni su independencia ni su soberanía.
La necesaria paz para Siria tiene que ser lograda por el propio pueblo
sirio; pero la oposición extranjera y sus aliados insisten en exigir la
intervención extranjera, intervención que muy lejos de resolver los problemas
del pueblo, serviría simplemente para repetir una vez más el caso de Libia.