4 abr 2013

El trabajo docente en el aula: promover aprendizajes. (Parte 1 de 2)

Por Aníbal Barca

El presente ensayo pretende delinear las principales funciones del profesor y las prácticas docentes dentro del modelo de exposición didáctica y su relación con el proceso educacional en un enfoque centrado en el aprendizaje. Considerando que los modelos pedagógicos son en sí mismos complementarios dentro del constructivismo. Pretende que quien lea esto, se dé cuenta plena del trabajo que debe a diario realizar un docente comprometido y responsable.


En cuanto a las prácticas docentes, se profundiza en la organización del trabajo individual y colectivo de los alumnos como mecanismo para alcanzar las metas que implican los propósitos y contenidos de la educación secundaria a partir del año 2006 en México, y que determinan la formación y desarrollo de competencias tanto genéricas como disciplinares en los jóvenes de este nivel educativo.

Las prácticas docentes derivadas del modelo de exposición didáctica, implican el despliegue de todas las habilidades y destrezas que un maestro posea, de una firme y convincente vocación de servicio y de la razonada decisión de cambiar los paradigmas de la enseñanza, por otros que implican la motivación por adquirir aprendizajes significativos que coadyuven a la formación de alumnos de secundaria con competencias genéricas, disciplinares y profesionales, útiles para su vida. Este es el reto del docente del siglo XXI. Aprender significa comprender.

Ha saber, las funciones docentes pueden dividirse en cuatro: planeación didáctica, trabajo interdisciplinario, manejo de las Tics y facilitador del aprendizaje. (Extracto del  capítulo 2 “Information literacy Standards for student learning”)

En cuanto a la primera función: la planeación didáctica, es determinante en el desarrollo ulterior de todas las demás funciones. Sin una planeación adecuada y pertinente, resulta casi nula cualquier otra actividad desplegada por el docente en el salón de clase. La planeación didáctica considera dar respuesta a las siguientes interrogantes: ¿Cómo se aprenden los conocimientos? ¿Cómo nos apropiamos de las habilidades y destrezas que comúnmente empleamos en la vida cotidiana? ¿Cómo determinamos cuáles conocimientos nos serán útiles para nuestra existencia? ¿Cuál es la forma correcta de aprender?

La planeación didáctica, por tanto, debe partir del conocimiento que el docente tiene sobre el aprendizaje: es un proceso social que se establece entre sujetos para la construcción de conocimientos sobre una realidad concreta, a través del uso de las experiencias previas que se tengan sobre la misma y que logren la creación de habilidades, destrezas y conocimientos nuevos y útiles  en un ambiente de respeto, colaboración y constante cambio.

Al hablar de experiencias previas en el proceso de aprendizaje se hace referencia a que hay que buscar los diferentes estilos que los alumnos puedan tener para lograr un aprendizaje significativo. Es decir, el verdadero aprendizaje es el que ayuda al educando para su desarrollo personal y social, es aquel útil y necesario para desenvolverse en sociedad con mayores posibilidades de adaptación y realización. (Gardner 1989)

Para lograr ese aprendizaje significativo, el docente debe aplicar sus conocimientos, sus habilidades y su imaginación, lo cual lo lleva a enfrentar varios problemas que afectan el proceso educativo del alumno. Al buscar técnicas y métodos de aprendizaje que le ayuden a resolver estos problemas, pasa que a menudo no los entiende o los aplica tal y como los encuentra en la bibliografía, sin considerar su propio contexto; lo que lamentablemente arroja todo esto, es que en  la realidad  nunca se usan en el aula. Queda en buenos y voluntariosos propósitos de inicio de ciclo escolar, simulando y entregando planeaciones y secuencias didácticas solo para cubrir un requisito formal ¿Y el alumno?

Por ello, el  trabajo docente debe centrar su atención en descubrir el estilo de aprendizaje que tienen sus alumnos y lograr su desarrollo. Podría decirse que una planeación didáctica debe abarcar lo siguiente: definición de objetivos, preparación de contenidos, selección de la metodología, elaboración de materiales didácticos y selección de las estrategias de evaluación. (Boletín informativo de la Unidad de Formación Académica de Profesores 2007)

En cuanto a la segunda función, el trabajo interdisciplinario significa que las reformas al currículo del año 2006 y las tendencias mundiales en el campo docente, obligan a que se aprenda a trabajar en grupos colegiados de profesionales de la educación. Para ello el docente, debe estar capacitado y motivado para adaptar su propio estilo personal de concebir las funciones docentes, a un trabajo donde se apoye y brinde apoyo a todos sus compañeros que intervengan en el ámbito escolar. Ya no es posible trabajar de manera aislada y por sí solo, la educación al ser un proceso multifactorial, requiere por tanto un trato holístico y dialéctico.

La educación es un proceso inminentemente social y debe alentar a quien la adquiere, y cultiva a trabajar por el bien de los miembros de su comunidad en grupos colaborativos o colegiados. Con pedagogos, psicólogos, comunicadores, diseñadores e ingenieros, así como los padres de familia y personal directivo.

Y en este punto se llega necesariamente a la tercera función docente: el manejo de las TICS (tecnologías de la educación). Para poder entablar un trabajo colegiado eficiente y coordinado, el docente tiene la necesidad y obligación de mantenerse al día en los avances de la comunicación cibernética, el uso de la WEB, el manejo de la información y la elaboración de las llamadas Webquest, blogs y páginas electrónicas. En el entorno del aula también es necesario considerar este manejo, ya que día con día, se aplican en la vida cotidiana las computadoras personales y el internet, aún y sin que los jóvenes aprendan a decantar y clasificar el cúmulo de información que ahí se encuentra. (“Information literacy Standards for student learning” 1990)
La práctica docente debe ampliar este manejo de las Tics en lo que se conoce como la habilidad de infocompetencia y uso de plataformas Groupware. Entendiendo a la primera como la competencia en el uso de la información y la segunda como la creación o adherencia a grupos de intercambio y manejo de información en la red.

En la cuarta función, la de ser facilitador del aprendizaje, el docente tiene la oportunidad de aplicar su imaginación y creatividad una vez que tiene cubiertos los anteriores puntos. Facilitar el aprendizaje significa que es formador y mediador del aprendizaje y participante del mismo.
El ser facilitador del aprendizaje implica considerar lo que el siguiente esquema muestra en cuanto a recursos didácticos se refiere:



El docente echa mano de la exposición, explicación y demostración, como parte del modelo de exposición didáctica. Por ello debe dominar el arte del buen orador, saber dar explicaciones cortas y precisas. Explicar algún tema con amenidad y empleando la demostración tácita y elocuente. Siendo pertinente en el uso de la palabra y su turno a ella para conseguir el propósito buscado.

La exposición didáctica es el procedimiento por el cual el profesor, valiéndose de todos los recursos de un lenguaje didáctico adecuado, presenta  a los alumnos un tema nuevo, definiéndolo, analizándolo y explicándolo.

La exposición sigue normalmente los siguientes pasos:

-Trazar un plan cuidadoso de la exposición que se va a hacer, determinando su objetivo inmediato, delineando el esquema esencial del asunto, calculando bien el tiempo necesario y las técnicas que se van a aplicar.
-Indicar a los alumnos el asunto que se va a tratar y mostrar las relaciones con la materia que se ha estudiado.
-Emplear recursos hábiles de estímulo inicial y mantener el interés y la atención de los alumnos, dando vivacidad y sabor realista a las explicaciones.
-Aplicar las normas propias del lenguaje didáctico en cuanto a estilo y elocución; no hablar demasiado deprisa; emplear frases cortas, pero claras y comprensibles.
-No quedarse inmóvil, ni aferrarse al texto o  al programa.
-Intercalar breves pausas, recurriendo a sencillos interrogatorios y debates para avivar la atención y el interés de los alumnos.
-Siempre que sea posible, ilustrar la explicación con material visual.
-Transcribir en el pizarrón, resumido, pero bien ordenado el desarrollo del tema.
-Evitar digresiones largas y observaciones irrelevantes.
-Cuando se considere necesario, intercalar algunas gotas de buen humor.
-Comprobar el grado de atención y comprensión de los alumnos.

Aunque estas son solo algunas sugerencias para la exposición didáctica, facilitar el proceso de aprendizaje implica el uso de la organización del trabajo individual y colectivo de los alumnos.

No todas las actividades justifican la formación de un equipo de trabajo.

Hay actividades que se organizan mejor en base al trabajo individual que al trabajo en equipo. Son trabajos donde el alumno es autosuficiente, por lo que no es necesario dividir el trabajo en distintos cometidos y asignarlos a un grupo de jóvenes. Por ejemplo, para realización de un resumen sobre una lectura en particular. En este tipo de actividad el alumno debe practicar por sí solo sus habilidades lectoras y de comprensión, para en una primera instancia, adueñarse del texto. En este caso no estaría justificado constituir un equipo de trabajo ya que todos sus miembros tienen una formación y experiencia  similar por lo que más que complementarse se solaparían.

Otras actividades en cambio presentan tal nivel de complejidad que difícilmente va a ser posible que una persona abarque y domine toda su problemática. En estos casos sí sería necesario constituir un equipo de trabajo formado por jóvenes diversos que cubran todas las áreas afectadas. Aquí, como se abordará más adelante, el docente debe poner en juego su competencia para la formación lo más equilibrado posible de estos equipos colaborativos. Por ejemplo, si se quiere fabricar una máquina de vapor simple para ver las leyes de los gases de Gay Lussac: sí debería organizarse el grupo por temas, constituyendo equipos de trabajo que aborden los distintos casos. En definitiva, y como corolario, nunca se debe constituir un equipo de trabajo si no hay razones que lo justifiquen.

Constituir y hacer funcionar un equipo de trabajo es una labor compleja que exige mucho esfuerzo, por ello debe haber una razón que lo justifique. No vale recurrir al equipo de trabajo simplemente porque es la moda del momento en técnicas de dirección de empresas. Por el contrario, tampoco se puede renunciar a formar un equipo de trabajo simplemente porque nunca se ha trabajado de esa manera, porque históricamente ha predominado el trabajo individual y la organización ha ido bien. Siempre hay una primera vez y no hay por qué renunciar a nuevos sistemas de trabajo si estos resultan eficaces.

(Hasta aquí la primera parte de esta colaboración. Nos vemos aquí la próxima quincena con la segunda parte.)