24 ene 2012

Esta noche no dormiré

Por Hilda García/Liseo González.

“Sueño despierto y despierto teniendo;
despierto soñando y me levanto queriendo;
quiero soñar y me despierto.”

Lidia terminó de recoger  sus cosas, se metió en la cama y se dispuso a soñar. Antes de cerrar los ojos, destinó cinco minutos a pensar (una práctica cotidiana). Pensó en lo que había hecho y en lo que haría el siguiente día. Pasados esos minutos, el cuerpo sintió vencido y los parpados pesados, estaba lista. Entonces, se aferró a la almohada cual naufrago en el mar y se dispuso a navegar en un mar de sueños.

El cuarto permaneció en silencio por un segundo, hasta que el leve tic tac del reloj lo inundó todo. Enseguida, el ruido de los carros y la pesada lluvia le hicieron eco. Todo se llenaba de un suave e incesantemente arrullo. De pronto, el silencio se rompió. Lidia despertó y en un movimiento instintivo, miró hacia la ventana. Tal vez soñaba con alguien y sintió que la esperaba, quizás la despertó la lluvia que tanto la alegraba o simplemente algo la embargaba.

Caminó hacia la ventana y recogió la cortina, se reclinó un momento y contempló la noche y la lluvia.

Lidia era una persona baja de estatura y muy sencilla, que le encantaba sonreír. Tenía bastantes quehaceres, algunos poco comunes para alguien de su edad. Recordaba como la vida le había exigido madurar deprisa y la infinidad de tropezones que le había provocado. 

Las noches de su juventud habían sido y seguían siendo largas. No siempre lo fueron, pero por lo general lo eran. Habían sido muchas las noches bajo la luz de las estrellas, que la contemplaban y le sonreían esplendorosas viendo como sus horas nocturnas se consumían. Ella disfrutaba las noches al ritmo de la música, al sonido de las letras y al compás de las teclas de la computadora. Su mente reconocía aquel ritmo, era como si el ritmo de las teclas le marcara el ritmo que debía seguir para concluir su jornada. 

También, recordaba esas noches cuando el desvelo y el cansancio eran insoportables y no le permitían continuar, ella entonces se tiraba sobre la cama y su cuerpo reposaba a la deriva en un mar de sabanas y almohadas.  Había noches menos afortunadas, en las que tenía que luchar contra la resequedad de sus ojos, el pesado cansancio y continuar. Lo bueno de esto, es que esa suerte floja que de cuando en cuando la seguía, le encontrada alguna alma despierta que la acompañaba en sus desvelos, y así, con el calor de esa lejana compañía, se le hacían las noches menos pesarosas. 

Seguía recordando todas esas noches, cuando a su mente vino el sueño del que tan aparatosamente se despertó y por el cual se encontraba meditando frente a la ventana. Soñaba que el sueño de su vida se le había presentado y que en un ataque de emoción se lanzó tan estrepitosamente por él, que no pudo evitar un golpe frontal. Esto fue lo que la despertó, ya que ella no quería un sueño fácil, sino que quería construirlo y mantenerlo vivo. Ella quería construir su sueño y no alcanzarlo de un salto que podría ser fatal. Por ahora, seguía frente a la ventana…sin dormir, contemplando la lluvia y pensando en las futuras noches de desvelo.