5 dic 2012

Fragmento nocturno (Azul)


Liseo González

Despertaba todo risueño de una holgada y exquisita noche. Había sido exquisita pues te había evocado y traído junto a mí. Me levanté y vi la luz del día, me restregué las chinguiñas y medio acomodé  los necios cabellos. Encendí después la radio, algo que no suelo hacer, pues acostumbro a salir corriendo todas las mañanas. Para mi fortuna sonaba una canción muy acorde con los pensamientos que se aglutinaban en mi mente: “Cuando yo sentí de cerca tu mirar de color de cielo de color de mar mi paisaje triste se vistió de azul con ese azul que tienes tú.”

Las primeras letras de aquella canción me hacían sentirte más próxima, a pesar de una gran distancia que nosotros insistíamos en aminorar con sueños y pensamientos. El nocturno sueño se hacia más latente y ya mezclados sueño y canción, yo insistía -Era un no me olvides convertido en flor era un día nublado era un día sin sol azul como una ojera de mujer como un listón azul, azul de amanecer.-

Todo fluía a un solo ritmo. En tanto, en mi memoria, se delineaban tus ojos cafés y tu graciosa sonrisa. Mis ojos irradiaban emoción y sonreía: “Cuando yo sentí de cerca tu mirar de color de cielo de color de mar mi paisaje triste se vistió de azul con ese azul que tienes tú.” Cuando me aproximé a tus labios me di cuenta que ya estaba listo para salir a laborar, aunque mi sonrisa no lograba disimular. Tomé un poco de jugo de manzana, mientras veía la manecilla del reloj imperturbable avanzar: 8:31:01; 8:31:02; 8:31:03; 8:31:04...

Trataba de recordar lo que te decía al oído antes de despertar, pero por alguna ingrata razón no lograba traerlo todo a mi memoria. Quería volver a sentir la satisfacción interior de escucharme decirte cosas al oído y recordarte escuchando imperturbable cada palabra que entraba lentamente por tu oído… -Era un no me olvides convertido en flor era un día nublado era un día sin sol azul como una ojera de mujer como un listón azul, azul de amanecer-. La música terminó y mi día comenzaba.      
               
Ya en el tren fui recordando todo lo que te decía, palabra por palabra: “Todo es un sueño, mi amor. Todo es un sueño. Mañana nos levantaremos temprano y tomaremos café, tu con leche y yo con pan. Después caminaremos por las calles plagadas de gente y nada nos sorprenderá. Tú te irás a la escuela y yo a trabajar. Antes de despedirnos yo te miraré a los labios y tú me mirarás a los ojos y me dirás una dulzona palabra. Por la noche platicaremos nuestras desventuras y antes de dormir te declamaré poemas al oído. Recuerda, por ahora, todo es un sueño, mi amor. Pero juntos lo haremos realidad.” Y sonreí.