Ricardo
Flores Ríoblanco
Volvió el PRI al poder y el PRD se quedó con las ganas; AMLO se
quitó la mascara del amor mostrando una cara trasnochada que a fuerza de
mantener despierto el deseo por el poder, vuelve a la carga con el ya trillado
robo electoral e imposición. Tal parece que la caja de pandora fue abierta por
manos desconocidas, desatando las riendas de grupos de choque; tácticas violentas intentan ensangrentar a un país que de por si, desangra
ya por 12 años de panismo derechista.
Varios de los
“inconformes”, eran estudiantes ligados al movimiento 132, La Juventud
Comunista y MORENA (nueva plataforma política de AMLO); ahora piden la liberación de los que llaman
“presos políticos”.
El grupo
lopezobradorista en el senado dejó bien claro durante la toma presidencial, que
la “insurgencia” no se limitaba a las calles; sin embargo, el abanderamiento
presidencial cumplió con el protocolo, pues ni los sombrerazos ni los intentos
de tomar la tribuna, evitaron que el nuevo presidente entrara por la puerta
principal y saliera por la misma, en esta ocasión, nada de puertas traseras.
La mano negra
que planeó con anticipación los actos de violencia, por algún poderoso
individuo; mientras la izquierda utilizó un muro humano que accionó con
temeridad contra una policía entrenada para controlar revueltas, fue esa masa
la que pagó las consecuencias de un lineamiento convocando a la violencia.
El país vive
un deterioro social, y no es tan sólo la inseguridad, es la pobreza que azota a
más de la mitad de la población, que sufre de hambre, ignorancia, insalubridad,
y demás consecuencias de un mal reparto de la riqueza nacional; de ahí que el
incremento de la violencia se dispare, pues, qué otra alternativa tiene el
mexicano ante la falta de empleo bien remunerado.
México
necesita una izquierda comprometida con el pueblo, independiente del subsidio
estatal, educadora y organizadora de las clases trabajadoras, con objetivos
claros y sobre todo, con una filosofía que profundice en los verdaderos
problemas nacionales y los resuelva con prácticas leales a las necesidades de
los pobres, que el erario llegue a las colonias marginadas, a las escuelas
olvidadas, a los estudiantes pobres, a las familias que carecen de servicios
básicos elementales, en fin, que la riqueza nacional genere mejores condiciones
más humanas entre la población que carece de todo, hasta de comida.
Caudillos han
pasado a la historia, se necesita un pueblo emprendedor, politizado y organizado
que pueda realizar un cambio radical en la sociedad, es decir, que tome el
poder político y lo utilice a su favor, que emprenda bajo un programa bien
definido, el rumbo de la nación para que beneficie a sus hermanos de clase. La
“izquierda” oficial ha descubierto su
falsa política, demuestra en los hechos que lo único que le interesa es el
poder por el poder. Su error, radicalizar su posición exponiendo a la represión
y muerte a sus seguidores. ¿Acaso piensan que la clase trabajadora o campesina
está lista para estallar en una revolución armada? Si así fuera, su
convocatoria a la violencia, hubiera sido apoyada a lo largo y ancho del país,
mas la mayoría del pueblo permaneció quieto. Una revolución no se hace de la
noche a la mañana, una insurgencia no llega muy lejos tan sólo por la espontanea
indignación del pueblo. La pobreza no se podrá combatir con violencia, se
necesita un plan a largo plazo, y una educación que politice al pueblo, que le
de la oportunidad de despertar del letargo al que ha estado sometido.
La lucha
política, pacifica, organizada y bajo el marco de la ley, es la única
alternativa viable, porque es la única lucha que esta velada por la Constitución Mexicana, y
la que menos hará estragos entre el pueblo trabajador.
Aun así, la
lucha debe ser sistemática, subversiva pero respetando las leyes, inteligente y
sobre todo, basada en los sentimientos y necesidades más sentidas del pueblo
pobre, de otra manera, una aventura radical causaría una herida que sangraría
por mucho tiempo.