24 ene 2013

DRAGON MART Y LOS OTROS TIBURONES


Tomado del muro de Abel Pérez Zamorano

¿Qué tan abiertas son las economías? ¿Existe en forma plena el libre mercado? Según la escuela económica en boga, en él vivimos, y es, sin duda, muy superior al proteccionismo, pues impulsa el comercio, el crecimiento, el bienestar y genera empleos. Sin embargo, cuando así conviene a los intereses dominantes, esa teoría va a la basura, como ocurre hoy con el posible arribo de la empresa Dragon Mart, que ha provocado rudos cuestionamientos entre grandes empresarios mexicanos, y, bajo cuerda, norteamericanos. Dragon Mart está por construirse en Quintana Roo, en el municipio de Benito Juárez, y es similar a un recinto que opera ya en Dubai. Será, a decir de sus promotores, el centro de exhibición y venta de productos chinos más grande de Latinoamérica. Nominalmente, el 45 por ciento de su capital pertenece a empresarios de Yucatán y Nuevo León, de polémicas filiaciones políticas. Después de varios ajustes, motivados por protestas de empresarios, políticos y ambientalistas, según la última versión, el negocio se ubicará en Puerto Morelos (por cierto, los ejidatarios dueños de la tierra se quejan de no haber recibido aún el pago correspondiente), y se dedicará a la renta de 3,040 locales comerciales, que serán ocupados por cerca de dos mil empresas que exhibirán y venderán productos chinos; más o menos 142 contenedores diarios de mercancías. En su operación generará 8,550 empleos, e incluye 722 viviendas para sus empleados chinos (El Universal, 6 de enero); recuérdese que, según la ley, los trabajadores extranjeros de una empresa nunca pueden superar el diez por ciento del total.

Dragón chino quiere anidar en Cancun.
El proyecto ha generado una inusitada ola de críticas, que resultan, por decir lo menos, sospechosas. Para empezar, algunos medios protestan porque le han sido ofrecidas exenciones fiscales y otras facilidades, lo cual no puede menos que generar suspicacias, porque esta política es pan de cada día; bien sabido es que el gobierno “estimula”, hasta la ignominia, el ingreso de inversión extranjera con toda suerte de “apoyos”, muchas veces ilegales y lesivos para el ambiente, el bienestar popular y el erario ¿Y entonces por qué éste caso genera tanto escozor? Se han organizado incluso foros para discutir su viabilidad, donde se ofrecen las más variadas advertencias: que afectará al sector del calzado, y, según CANACINTRA y CAINTRA, a otros más. El Consejo Coordinador Empresarial advierte contra un paraíso fiscal y laboral; pero, ¿qué acaso México no es ya ambas cosas? También se pronunció en contra la Asociación Mexicana de la Industria del Juguete. Pero una de las objeciones más importantes es que los productos chinos baratos arruinarán a muchas PYMES; y tienen toda la razón quienes lo advierten; es seguro que así será, y debe preocuparnos, pero ¿no las ha venido arruinando ya la competencia norteamericana, japonesa, española o alemana, y los mismos grandes capitales mexicanos como Bachoco, OXXO y otros? La pequeña empresa está siendo literalmente barrida desde hace décadas por la devastadora competencia de grandes corporativos transnacionales. No estamos, pues, ante una amenaza, sino ante un hecho consumado que ha dejado ya millones de damnificados.

Y un caso paradigmático es Wal-Mart, el vendedor más grande del mundo en el mercado minorista, que, con todas sus empresas, controla más de la mitad del mercado mexicano en autoservicios (y curiosamente, según algunas fuentes, el 80 por ciento de los productos que vende son de origen chino). En el año 2008 abrió 161 tiendas en México; en 2009 fueron 273 y en 2011 un total de 203 (y por medios non sanctos, como es sabido), cifra superada sólo por OXXO, que en un solo año ha abierto más de 700. En 2011, sus ventas sumaron 327 mil 672 millones, y después de Estados Unidos, México es su mercado más grande: de hecho, un tercio de todas sus tiendas en el extranjero están aquí. Esta posición cuasi monopólica y privilegiada hace de Wal-Mart uno de los verdaderos afectados por la incursión de los chinos, sin que ello excluya a los pequeños comerciantes, ya severamente afectados; en todo caso se sumará un depredador más. ¿No le recuerda a usted todo esto nuestro pasado colonial, cuando las grandes potencias se disputaban el control de nuestro territorio y riquezas?

Por otra parte, ¿es que no se ha argumentado que en el libre mercado, la importación de productos baratos eleva el nivel de bienestar y capacidad de compra de los hogares, y que el capital extranjero es bienvenido porque crea empleos y paga impuestos y servicios? Pues pareciera que en este caso ese criterio no funciona. En fin, sea cual sea el corporativo que gane, estamos presenciando, y sufriendo, el proceso de acumulación del capital, donde las economías menos productivas y competitivas, vulnerables a la competencia externa, son invadidas por productos y empresas de países con más productividad, y con menores costos. La lección que debemos aprender es que el sistema empresarial mexicano no es lo suficientemente competitivo. Y ése es el reto a vencer, para enfrentar la invasión mercantil, venga de China, de los Estados Unidos o de la Patagonia. Y no nos hagamos ilusiones ni queramos ver si es mejor un diablo azul que otro amarillo: tanto Dragon Mart como Wal-Mart, y todo capital extranjero, vienen a una sola cosa: a ganar, lo más posible, a extraer riqueza y llevársela, dejando a la sociedad mexicana con un palmo de narices. A la inversión extranjera no le mueve la filantropía. Consecuentemente, con igual energía, y por las mismas razones que hoy se objeta la incursión de Dragon Mart, debe darse la voz de alerta ante todos los tiburones que avanzan por el Caribe y México entero, con grave daño de la economía nacional y el bienestar social.

México, D.F, a 21 de enero de 2013