Dédalo de la Fuente
-No digas que me amas, solo cuando en verdad
conozcas mi alma
-te dije mientras moría el alba-.
La límpida
luna se marchó,
te fuiste con ella y al compás de la suave brisa
dijiste adiós.
Te grité
con efusión:
-¡te seguiré
amando!
Y solo
dijiste:
-¡adios!